Cuando “el bien nacido” lo disponga, se cumplirán los deseos del pueblo

Cuando “el bien nacido” lo disponga, se cumplirán los deseos del pueblo

Cuando “el bien nacido” lo disponga, se cumplirán los deseos del pueblo

Porque: Solo se muere, cuando

se pierden las esperanzas.

 

No creo en la bondad de

las personas desagradables.

  1. Dewey.-

No sé cuándo, pero llegará el día, el momento, en que aparezca en este país, un político nacido en buena hora, que borre por siempre la actitud de todos aquellos que los han precedido y que han vivido sin la más mínima intención de enmendar sus yerros. Y es que cada cuatro años, los viejos y nuevos políticos -la gran mayoría con el San Benito de proceder de lo más bajo del tigueraje barrial, y el arrastre de un comportamiento de timador-, se nos presentan como si fuesen Palafrén sin peligro alguno, y luego, una vez obtenida una plaza dentro de los “honorables o representantes”, se convierten en fieras indómitas.

Nos costará como primera acción, mandar a echar pregones sobre esta triste realidad, casa por casa y callejón por callejón, para ver si de esa manera creamos conciencia en aquella clase social, que lo único que le importa es el centro cervecero o el “teteo”, hasta al lado de sus letrinas, sin ver allá, que quienes los tienen esclavizados y, -al parecer-, eternamente amarrados a su miseria, se llaman los políticos, donde muchos llegan a las posiciones con el cáncer predispuesto a desarrollarse, al cual llaman corrupción e indolencia. Quien dude de esto, que le pregunte al famoso Comité de los Dinosaurios o al que fungió y funge, como jefe de todos ellos.

Según humildemente veo, a la mayoría de estos políticos solo les falta andar con su barba y bigote intonsa, para asemejarse, cuando otrora, era distinción de caballeros y de la nobleza, también como signo de riquezas y poderío. Por demás raro es, que alguno ya no ande en carrozas, para mofarse más de este pueblo. Estoy consultando a un abogado amigo, para ver si en alguna parte del pedazo de papel aquel, se hace referencia, a que, en cuanto a la ley, supuestamente, todos somos iguales, y, si así es, entonces, todos los reglamentos y disposiciones que le confieren privilegios a esta casta, simplemente, son inconstitucionales.

Pero una cosa es con guitarra y otra con otra cosa, debido a que abogados, como zorros defendiendo a sus clientes, hacen mezclas de cosas que son completamente incompatibles. Ejemplo de eso, es el caso de la Cámara de Cuentas, cuando sus incumbentes, en nombre de esta cometen fechorías del grado que cometieron los salientes funcionarios, y, sus defensores, salen con el mamotreto de que dicho organismo no puede ser sometido a la justicia. Vaya usted a ver que vaina, queriendo ligar aceite con agua. No señor, no es a la Cámara que se somete, son a todos aquellos que hicieron sus fechorías, amparándose en la protección del nombre de la misma.

Por eso quizás, es que nunca he estado de acuerdo con aquello de que tal o cual funcionario del Estado, o empresario civil, sin importar la cantidad de dinero que posea, sin importar su origen, no pueda ser sometido a la acción de la justicia por las diabluras cometidas contra los derechos particulares de los ciudadanos, amparándose en las cualidades antes expuestas, incluyendo desde expresidentes o esplendidos y progresistas “empresarios”, hasta los que se blindan dentro de organizaciones políticas, que más bien, se convierten en nidos de bandoleros.

En los momentos que vivimos, ya la Procuraduría General de la República, debería ocupar, ella sola, el edificio más grande que exista en el país, con el fin de poder ampliar su capacidad para castigar, como debe de ser, sin distinción ni negociaciones de aposentos que cubran con impunidad, a todos aquellos que han sido señalados como las aves de rapiña que destruyeron hasta la institucionalidad del Estado.

Pero no perdamos las esperanzas de que; “El nacido en buena hora”, cual Cid Campeador, encima de Babieca, como representante de la máxima autoridad y armado con su Tizona, castigue como se debe, a toda la pandilla, que humilló la honra y la decencia de esta sociedad. ¡Sí señor!



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