Crisis de la democracia

Crisis de la democracia

Crisis de la democracia

Federico Alberto Cuello

Una marea populista de derecha e izquierda recorre el mundo. Su elemento común es haber ganado elecciones utilizando las más modernas técnicas de marketing político, provocando reacciones viscerales en el electorado.
Así, un presidente prometió “drenar el pantano” de los intereses enquistados para ganar las elecciones y luego gobernar a favor de su propio interés y el de sus familiares.

Otro prometió gobernar desde el derecho para luego favorecer intereses partidarios en detrimento del bien común consagrado en la constitución y las leyes.

Más recientemente, otro juró cumplir la constitución para luego forzar cambios políticos “con hechos que crean nuevas realidades” y desmontar “la casta” del poder tradicional.

Poderoso el argumento del coreano Byung-chul Han, profesor de filosofía en Berlín, en su libro “Infocracia” (Madrid: Taurus, 2021).

No importa que las promesas de campaña y los argumentos esgrimidos sean ciertos o falsos. De lo que se trata es de ganar, manipulando al votante a través de las redes sociales, fuente principal de información en la época que vivimos.

El populismo del siglo XXI no sería posible sin la desinformación puesta a circular por los expertos en marketing político, utilizando algoritmos, “bots” y “trolles”.

Aunque luego se desmienta, el daño ya estará causado mediante la desinformación difundida con la precisión permitida por tener detallados perfiles de cada votante.
Lejos de tener una democracia en tiempo real, vivimos en una infocracia de seguidores e “influencers” que no deciden razonablemente, sino que reaccionan emotivamente.

En palabras de Han, “no son ya los mejores argumentos los que prevalecen, sino los algoritmos más inteligentes. En esta infocracia, en esta guerra de la información, no hay lugar para el discurso”. Por ello, “la democracia está en peligro”.

El populismo es una respuesta fallida a varias realidades incuestionables.
La globalización puso al desnudo la desigualdad que persiste entre y dentro de los países, no importa su nivel de desarrollo. Lejos de disminuir, esta desigualdad se incrementó por el traslado de industrias hacia países de elevada productividad laboral y bajos salarios.

Y aunque regresen por el “reshoring”, la robotización fabril y la automatización de los servicios seguirán reduciendo el empleo a largo plazo.

El cambio climático demanda reducir las emisiones contaminantes en todos los sectores, imponiendo la economía circular, reemplazando combustibles convencionales por fuentes renovables y dislocando la matriz de empleos.

La caída de la natalidad en países importantes se compensa con la llegada de inmigrantes, cuyas culturas y costumbres provocan rechazo, por alterar la “homogeneidad” social o por “reemplazar” a los nativos en el mercado laboral.

Así, los populistas magnifican el prejuicio para retrasar transformaciones inevitables. Todo lo contrario han hecho los actuales gobiernos en EE. UU., la UE, Japón y Corea al promover la seguridad económica.

En este año eleccionario urge contener el populismo erradicando las peores prácticas del marketing político. Como mínimo, los organismos responsables de las elecciones deben exigir que la información difundida en las campañas sea factual.

De lo contrario, seguirá la crisis de la democracia por la desinformación, principal riesgo global que confrontamos, como tan oportunamente concluyera el foro de Davos (https://t.ly/h009T).