Admiración

Admiración

Admiración

Ana Blanco

Admiración. Cómo me gusta esta palabra. Si lo pensamos bien encierra muchas cosas. Para admirar a alguien debes dejar de pensar en ti mismo y mirar a otros, tratar de comunicarte y entenderlos. Para ello el ego tiene que pasar a un segundo plano, algo muy difícil en estos días.

Cuando admiras, aprendes. Normalmente tu objeto de admiración posee algo que tú no tienes, pero que ansías, por lo tanto es una forma de humildad implícita. Y estoy hablando, claro está, de la admiración genuina, no esa de bonitas palabras que, al final, lo que encierra es cierta envidia y que es bastante común.

Dicho esto. ¿A quién realmente admiras? Piénsalo por unos minutos y te darás cuenta que dice mucho, mucho de ti. Es un ejercicio maravilloso porque por unos instantes dejas de ver el mundo a través de tus ojos y lo haces a través de otra persona, y muchas cosas cambian de perspectiva.

La admiración siempre es positiva, incluso cuando a quien admiras te decepciona. Es una forma de entender que nadie, nadie es perfecto. Ya que otro rasgo de este sentir es el idealizar a alguien. Eso, desde mi punto de vista, es muy peligroso y lleva a radicalizarse. Eso lo vemos cada día en política o en el mundo del espectáculo.

En mi caso, si me preguntan, admiro a personas con talentos en aquello en lo que yo no soy ni siquiera aprendiz. Veo este concepto en su expresión de aprendizaje, cuando encuentro a alguien de quien aprender, pasa a mi lista de admirados.

Y tengo muchos, gente incluso más joven que yo pero que me dan lecciones de vida. También admiro a quienes tienen la fuerza para sobreponerse a duras pruebas, siempre mirar hacia delante e inspirar a quienes le rodean.



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