Trump y el NAFTA

Trump y el NAFTA

Trump y el NAFTA

Son muchos los medios de prensa e innumerables los periodistas, publicistas y creativos encargados de la tarea de alimentar la “guerra psicológica” que los plutócratas han lanzado contra Trump.

Para ello mantienen sus bocinas abiertas a todo volumen, y sus páginas emborronadas con premura, presagiando entre otras profecías los serios reveses que EE. UU sufrirá desde que el ganador de los comicios de noviembre ppdo. intente llevar a la realidad sus promesas de campaña.

Se critica vehementemente a Trump por su anuncio de repatriar inmigrantes indocumentados, pese a que Obama deportó más extranjeros que todos los gobiernos anteriores.

También se le critica por sus propósitos de restablecer la amistad de EE. UU. con Rusia, un país que dejó atrás al comunismo hace 27 años y que se abre camino en la vida democrática y en la economía de mercado.

Se le censura, asimismo, por su negativa a aceptar refugiados y viajeros provenientes de países que él considera peligrosos. Se le condena por su confesa oposición al aborto, por su indiferencia a la cultura LGTB, por su proyecto de separar a EE. UU. del Acuerdo Asia Pacífico, y, en especial, por sus planes de llevar ala mesa de revisión el Tratado NAFTA entre México, Canadá y EE.UU.

Tales críticas suelen llegar muy bien envueltas y mejor hilvanadas por prensa tan eficaz. Y las mismas, escuchadas o leídas sin mayores cuidados, encierran un poder capaz de sorprender y de convencer no solo al hombre común y corriente, sino también a bastante gente de los sectores pensantes pues refieren pronunciamientos de economistas y de cientistas, cuidadosamente seleccionados, a los cuales la propaganda ha dado nombradía y la gente ha llegado a admirar pues les tiene por “eruditos” y no siempre sabe que, en realidad, se trata de los propios estrategas y asesores de una plutocracia voraz y caprichosa, enriquecida ‘in crescendo’ a la sombra de unambiente planeado por ella misma, y cuyos enfoques, doctrinas y prácticas son la causa de que más de 1,300 millonesde seres humanos permanezcan en la pobreza, “ganando” menos de un dólar diario, y de que, como consecuencia de ello, más del 60 % de la población mundial sufra desnutrición, raquitismo y trastornos semejantes.

Aunque se puede pensar que la pobreza ha existido siempre, ya está más que documentado que la misma se ha agudizado, paradójicamente, durante los empeños por implantar una globalización que es buscada mediante los mal llamados acuerdos de libre comercio, los cuales, a contrapelo de sus promesas de bienestar para los países participantes, han seguido propiciando desigualdad e indigencia, al extremo de que en la actualidad los bienes del 1 % de la población mundial superan a los de 3,500 millones de habitantes, seres igualmente humanos, racionales, bípedos, parlantes como ellos y representantes del 50 % de la población mundial.

Pero la Globalización y los tratados de libre comercio no han podido suprimir pecados tan recurrentes e imperdonables.

El NAFTA, por ejemplo, que despertara muchas expectativas y que ciertamente ha generado grandes volúmenes comerciales, ha tenido buenos resultados para unos, pero pésimos para otros de sus participantes.

Y, claro, así no será tan sostenible como era de esperarse ni su supuesta vocación de panacea podrá ser defendida por las partes.

Para entender que el NAFTA no cumple sus objetivos, sépase que en 1993, año previo al inicio del acuerdo, EE.UU. tuvo un superávit de US$1,700 millones en su interacción comercial con México, mientras que en 2016 el resultado ha sido un déficit de US$61,000 millones, a pesar de que la inversión estadounidense en México pasó de US$15,200 millones en 1993 a US$101,100 millones en 2013. Paradojas, ¿no? Y no hay que ignorar que los empleos estadounidenses mermaron en el orden de 700,000 plazas entre 1994 y 2016, lo cual ayudó a propiciar, en alguna medida, la derrota demócrata y el triunfo de Trump, ya que la gente no parece dispuesta a seguir viviendo debajo de los puentes.

Las preguntas, pues, se caen de la mata:

¿Puede algún país seguir perteneciendo, sin más ni más, a un negocio de esos perfiles?
¿Hacia dónde se dirigía EE. UU. por ese camino?
¿Cuáles norteamericanos idearon y propulsaron tan perdidoso negocio?
¿Aceptaríamos nosotros, los dominicanos, continuar en el DR/CAFTA si los resultados se nos perfilaran de ese tenor?

¿Por qué entonces sumarnos al coro de los plutócratas que impusieron, sospechosamente, un acuerdo lesivo a los intereses de su país y que por ello perdieron el poder, el mismo poder con que castigaron de muchas formas y durante muchos años a los débiles como RD?

¿Por qué sumarnos a los reclamos de los indocumentados como si sus estragos nos fueran desconocidos?, ¿no nos basta el resultado que hemos estado viviendo durante los últimos 21 años?

¿Qué es lo que somos por fin, dominicanos o qué, seres racionales o qué, libres e independientes o qué? Debiéramos definirnos.



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