Muchos países de Latinoamérica están trillando caminos preocupantes que representan notable retroceso de la democracia y violaciones abiertas a las normas de interacción entre las naciones del hemisferio.

Todo ocurre ante la mirada indiferente, hipócrita e irresponsable de la las Naciones Unidas, la Organización de Estados Americanos y las naciones más influyentes.

Lo de Nicaragua y Venezuela ha llegado a niveles simplemente impensables años atrás. Allí los dictadores deciden alegremente anular la oposición, con frecuencia llevándola a la prisión o al exilio. Daniel Ortega y Nicolás Maduro son dos dictadores que se han burlado del mundo, cercenaron la democracia en sus pueblos y todo de la forma más descarada imaginable.

La ONU y la OEA parecen no darse por enteradas de lo que allí sucede.
Lo ocurrido el fin de semana en Ecuador representa una de las más terribles violaciones al sistema diplomático global. Fuerzas policiales ecuatorianas ingresaron a la embajada de México, territorio mexicano según el derecho internacional, y hasta maltrataron al embajador mexicano que defendía la soberanía de su embajada.

Pero también hay que decir que el gobierno mexicano se ha convertido en un intromisor en asuntos internos de otros países, pues en esta oportunidad decidió darle asilo político a una persona condenado por el sistema judicial ecuatoriano por corrupción administrativa.

En materia humanitaria y de violencia, en Haití se ha tocado fondo y todavía la ONU, la OEA y la llamada comunidad internacional no terminan de actuar para ayudar a ese país a salir del atolladero en que se encuentra y que ha tomado camino franco a la hambruna y el caos absoluto con el consecuente daño a una hasta ahora estable República Dominicana.

Por razones de espacio obviaremos mencionar en este momento los asomos de alteración del orden democrático en otros países de la región, pero definitivamente la indiferencia no es la opción.