Se ha hecho común, por lo menos en las sociedades occidentales, dejar andar sin mayores estorbos al gobierno de reciente instalación para medir su comportamiento en los primeros cien días.

¿Por qué cien días? Algunos dan a esta costumbre una explicación histórica que no viene al caso. Interesa que a la administración del presidente Luis Abinader se le ha concedido esta tregua que hoy llega a su término, la cual le ha permitido mostrar su carácter y tendencias.

Es, en realidad, un ritual de la política y de los políticos, que entre nosotros suelen ser consumidores voraces de atención.

Para ellos, que viven inmersos en este quehacer, con el cumplimiento de los cien días termina la tregua. De ahora en adelante ejercerán en libertad una oposición política abierta.

Como consecuencia, las acciones del gobierno serán vigiladas con lupas.
Y si ocurre de esta manera, a los administradores les ha llegado la hora de cuidarse de los errores pequeños, que suelen ser fuente de grandes dificultades, especialmente en el campo de la opinión pública.

Superado el periodo con la cooperación de todos, hacemos votos porque la oposición política sea de ayuda para que gobernantes y gobernados tengamos muchos cien días más de relación productiva, de búsqueda eficiente del bien común.