La ocurrencia, ayer, del terremoto, con una fuerza de destrucción inimaginable, castiga y enlutece a un gran hermano de Latinoamérica.

Lloramos y nos solidarizamos con el país y las familias que resultaron afectadas y que hoy sepultan a sus queridos y amados difuntos.

Oramos por ellos en estas horas de infortunio. Oramos y llevamos consuelo a todo el país ante tan desgarradora situación.

Los daños materiales todavía están en proceso de cuantificación, pero la pérdida de una sola vida humana es incuantificable.

No hay forma de establecer el verdadero valor que, en términos humanos y sentimentales, tiene una vida para el país, para la comunidad que acoge a ese ser humano desde la más temprana niñez; y sobre todo para su familia, que por su pérdida súbita termina atrapada en el desconsuelo.

México ha sabido sortear, a través de su historia, momentos parecidos. Confiemos en su capacidad de reconstrucción y fortaleza emocional ante la presente adversidad. Nuestro abrazo fraterno, como nación que compartimos muchos valores comunes con los hermanos mexicanos.