Desde antes que nacemos se van creando nuestros vínculos emocionales, primero con nuestra madre, luego con nuestro padre y después se van sumando los familiares, amigos, parejas, hijos compañeros de trabajos y demás personas que se cruzan en el camino a medida que vamos creciendo y madurando. Los seres humanos somos una telaraña de conexiones.

Sin embargo, de la misma manera que vamos creando vínculos, también vamos cortándolos. Nos toca aprender que no todas las personas o cosas que llegan a nuestra vida se quedarán para siempre y, con pesar o alegría, debemos decir adiós y seguir caminando. Es ley de vida.

Solo la madurez nos hace conscientes de la esclavitud emocional a la que estamos sometidos cuando nuestro corazón se resquebraja. Esto sucede cuando una relación nos duele o se rompe, bien porque nos esclaviza o porque algo dentro de nosotros se ha roto o simplemente porque nos dicen adiós. Y es el momento de dejar en libertad lo que atábamos y lo que nos ata y comenzar una nueva vida, porque la esclavitud emocional ahoga, debilita, limita y roba nuestra energía.

Debemos siempre recordar que la libertad sólo existe cuando existe el amor. Quien se entrega totalmente, quien se siente libre, ama al máximo. Y quien ama al máximo, se siente libre y sabe dejar ir.

Es importante que entendamos que en el amor, cada uno de nosotros es responsable por lo que siente y no puede culpar al otro por eso. Lo sano es dar lo mejor de nosotros en cada relación, con honestidad y sinceridad.
Solo así tendremos la certeza de que los que se queden a nuestro lado lo hacen porque nos aman y valoran de la misma manera que lo hacemos con ellos.