Lógica y poder en la posmodernidad

Lógica y poder en la posmodernidad

Lógica y poder en la posmodernidad

José Mármol

Por mucho tiempo se han reducido el concepto del poder y el análisis de sus relaciones concretas a fenómenos asociados a la opresión, coerción, dominio, terror yrepresión.

Es la lógica y sentido en la que descansó el Leviatán de Hobbes, que se extiende hasta la dialéctica del amo y el esclavo en Hegel y la etapa de Foucault de la sociedad disciplinaria, que precede a su visión microfísica del poder mismo.

El poder, en cambio, es en estos tiempos de modernidad tardía una cuestión más compleja que una lucha de opuestos o que la mera violencia.

En un ensayo reciente de excepcional brillantez y profundidad el filósofo y literato alemán, de origen surcoreano, Byung-Chul Han, titulado “Sobre el poder” (2016), reflexiona sobre el fenómeno desde perspectivas que comprenden su lógica, semántica, metafísica, política y ética.

El pensador, afincado en los legados de Hegel, Nietzsche, Weber y Heidegger, y penetrando su escalpelo crítico en sociólogos y filósofos posteriores subvierte lo que de obvio y cotidiano el poder nos presenta como acontecimiento, al tiempo que ilumina lo que de oscuridad subyace en su concepto.

Establece los límites de una noción de poder asumida como la voluntad de un yo restringiendo la libertad del otro, cuando en realidad, la coerción no es la única forma de ejercicio del poder ni la mirada que agota su complejidad. El poder no se basa en la opresión. El poder no excluye la libertad.

Por el contrario, es en la libertad del otro donde la voluntad de poder se legitima y logra su eficacia. “El poder libre significa que el otro obedece libremente al yo”.

Esto así, porque la lógica del poder engendra una continuidad del sí mismo en la alteridad del otro, y esa continuidad da paso, tanto a la coerción como a la libertad. Quien ejerce poder se recobra a sí mismo en la voluntad y subjetividad del otro.

La violencia, en cambio, aunque es manifestación del poder, significa déficit, fracaso o muerte de la libertad del otro, por cuanto lleva a cero el grado de intermediación y tiene lugar en el proceso de pérdida, no de permanencia del poder. Violencia es dominio y malignidad.

El poder trasciende lo maligno, pudiendo revestirse de saber, estética, ética, religión y placer hedónico.

El poder no se basa en la represión. Antes que bloquear, tiene la facultad de crear sistemas de relaciones y redes de comunicación colmadas de sentido, signos y significados.

Opera como un lenguaje. De ahí que el autor juegue una baza con lo que, por Nietzsche, denomina “poetología” o creatividad poética del poder.

De hecho, en no pocas ocasiones, el poder del lenguaje es subsumido por el lenguaje del poder. Goza de una semiótica que, más allá del terror, emplea la razón para su vigencia, logrando, en base a su elocuencia y manifestaciones plurales, que coincidan la libertad y el sometimiento como un hábito normal de vida. Por esto la validez de la expresión de Hannah Arendt: “Poder es lo que nunca sale de los cañones de los fusiles”.

Es, más bien, la intermediación de voluntades entre individuos que actúan y hablan en una sociedad. Mientras menos se sientan o se veanson más eficaces la lógica y el horizonte de sentido del poder.

El sí mismo o subjetividad ipsocéntrica y la continuidad o el recobrarse en el otro son momentos estructurales en todas las relaciones de poder. Porque, cuando se ejerce poder, hay un yo egocéntrico que procura continuarse en el otro. Es la razón su base, no el terror o la violencia.



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