Hay una realidad inocultable, independientemente de la aprobación de la ley que establece el Régimen de Incentivo y Fomento del Mecenazgo Cultural en el país.

Esa realidad tiene que ver con la baja calidad de vida que tienen los dominicanos que trabajan en el ámbito de la cultura, no importa su inclinación o área.

Está bien que la Cámara de Diputados apruebe una ley que incentive y fortalezca el desarrollo cultural e integral de los dominicanos, pero está mal que las instalaciones culturales del país estén abandonadas, la mayoría de las instituciones públicas del sector se ven en franco deterioro.

Hace años que las maravillosas fuentes del Palacio de Bellas Artes no funcionan.

Eso sin incursionar en el régimen de sueldos que impera en el Ministerio de Cultura.

No obstante, avanzamos. La ley que se aprueba viene a fortalecer un sector que necesita la mano amiga del sector privado.

Esto sin embargo no puede exonerar la responsabilidad oficial. Tenemos muchos organismos del Estado que les dan la espalda a importantes proyectos culturales que claman por apoyo.

El caso de los ayuntamientos y la insensibilidad de muchos alcaldes resultan preocupantes. La inmensa mayoría de estos organismos edilicios no apoyan concursos de incentivo a la escritura y la creación artística, pero tampoco cuentan con una modesta biblioteca.

Esperemos que, ciertamente, la nueva ley sobre el mecenazgo cultural contribuya a despertar sensibilidades.