La otra España

La otra España

La otra España

La otra España que desde aquí se desarrolló desde la pequeña gran revolución de Osorio, cambiando al mundo e integrándolo bajo de nuevas formas, igual que a nosotros, con todos nuestros ingredientes y todos los colores de nuestra ecología, poniendo en nuestras caderas y hombros ese “coqueteo” distintivo y expresivo, nacido de otro espíritu físico, porque es sensual expresión de otro mundo que somos, sorprendente, son ideas que promocionan la reintegración actual, tomándola de la hecha por el curso de la historia, útiles para nuestra identidad con la que debe reconocérsenos.

Estas líneas están hechas, trazadas bajo de la percepción de que Hispano-América es más España que la europea y sus caducas instituciones, cinco y tanto siglos después de la aventura de 1492, y son superiores nuestras perspectivas y potencialidades.

En física hay fenómenos que no se explicarían sin deducirlos; así ocurre con el desarrollo histórico y geo-político hecho humano que se independiza de nosotros, pero nos involucra.

¿Quiero saber quiénes somos continentalmente y quiénes no somos?; para despejando poder saber, ¿qué podemos ser? Es cuestión política y de Estado de primer orden. Vivimos las crisis en nuestra civilización ignorándolas, caminando al borde de los límites de estas, bajo tensiones y obstrucciones ante las que por virtud no retrocedemos, cueste lo que nos cueste.

Lo mejor de la voluntad y racionalidad marca nuestro norte, pero la manada humana sigue rutinas como los búfalos, y los jefes de Estado son sus líderes, y a quienes debemos persuadir para que desde el poder mismo modifiquen paradigmas.

La manada reproduce dogmas y prejuicios, más miedos ancestrales, encorralándose ellas mismas en las cuevas neolíticas, añorando separatismos, inflamando pequeños altares hechos a nuestras diferencias relativas, minimizando la importancia de las grandes coincidencias, obstruidas por los cirios encendidos bajo de la luz del sol, clavados sectariamente en nuestras mentes.

No hay que dar la vuelta al mundo para llegar hasta donde nuestro vecino.

“La distancia más cercana entre dos puntos es la recta que nos une”. La que hay que buscar. No le seas indiferente al tuyo. Todo propósito tiene esa línea (A-B). Evitemos crear manadas. Veamos distinto para actuar distinto, lo cual intento.

España desde 1492 nos formó en un proceso de mimetización y simbiotismo, que para todo propósito se debe asumir para partir de él.

En cada uno de nosotros, en una relación de atracción y evitación neurótica, ella está en nosotros escondida tras telones en nuestro nuevo mundo, como matriz del carácter criollo y sus ideas que pueblan el imaginario ibero parlante de nuestro mundo.

Hace 200 y tantos años de las hazañas independentistas, que históricamente no podían trascenderse a pesar del genio previsor, el pensamiento y las acciones de quienes como Bolívar, las emprendieron por una independencia inconclusa, vana, sin la descolonización económica y política continental.

Las clases criollas eran integralmente “españoles de ultramar” hijos de segundones y tercerones, un rasgo psicológico importante; arraigados económicamente en nuestro continente, después de aquellas guerras, carentes de soporte militar, lo que les obligó a un bajo perfil, velando sus haciendas, contemporizando con Dios y con el diablo, divididos en feudos oligárquicos intermediados por un vasallaje de hecho rendido a la monarquía, representada por el púlpito, tejiendo la unidad del continente bajo la autoridad oligárquica, hasta que recientemente los poderes de los Estados Unidos; primero neocoloniales, luego imperialistas; actualmente neoliberales hegemonistas y globalizadores, que desde el idioma intentan debilitar la ascendencia cultural unificadora de nuestro continente neo-español, para privarle de su unidad histórica, que de hecho poseemos y debemos defender con orgullo de quienes somos, y seguiremos siendo continentalmente.

Mediadas por las palabras, la convivencia humana rompe todas las fronteras, en un proceso de parlamentos problemáticos de los que “por la razón o la fuerza” surge la unidad histórica de periodos, dándonos macros y micros identidades, articuladas a escala de nuestros intereses. Este proceso como un ente ciego y superior nos moldea siendo imponderable.

Dos hechos en el final del siglo XX y lo que va del XXI se destacan en ese mundo que se desestructura a nuestra vista sin que su violencia lo impida. Son estas la insurgencia femenina general, contra todas las estructuras de su subordinación, ausencia de libertad de género y de autonomía, derechos y equidad.

Por otra parte está el gran oleaje de integración y migraciones distintas, enarbolando la integralidad humana sin fronteras, de toda la especie, la que junto a otros progresos crean al ciudadano del mundo; hechos que lo cambian todo más que Colón.

Sin entrar en juicios de valor, creo debemos apreciar la importancia de nuestro idioma en nuestras relaciones internas y geopolíticas regionales. Él es una trinchera natural de nuestro futuro próximo integrado. La destrucción o fortalezas de civilizaciones se hace desde sus idiomas o por su dispersión que les deshace.

El idioma contiene cuantos somos y tenemos sin despreciar ninguna. Hasta el tono de una oración tiene su sentido entre quienes los hablamos; en el que se revela la conciencia de nuestra rebelión cultural. Toda letra o palabra convirtámosla en puente de coexistencia contra las intolerancias que van a la guerra, seguros de que es una barbaridad, que ganarán los más bárbaros.



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