El día en que el presidente Danilo Medina “se molestó” por un liceo inconcluso en Arenoso, me convencí de que la ministra de Educación sería despedida.

En mi cuenta de Twitter dije, con cierta candidez, lo siguiente: “Lo lógico @DaniloMedina es una cancelación masiva en el @MinerdOficial y no perder usted tiempo en minucias como esta”.

Quienes leyeron esta columna el lunes pasado, sobre aquella puesta en escena del Mandatario, habrán percibido que la hoy materializada cancelación se proyectaba en el texto como una decisión consumada.

Josefina Pimentel estaba destituida desde antes del simpático suceso del Bajo Yuna, pero previo a la emisión del decreto   Medina decidió construir un relato, porque este Gobierno es en sí mismo toda una plataforma de comunicación.

Tomemos en cuenta que, en la queja del gobernante, los actores fundamentales son, en primera instancia, el ingeniero que mantenía la construcción paralizada y quien mereció una reprimenda telefónica por el mismo Medina y, en segundo lugar, una directora regional de Educación, tratada con manos de seda en la conversación presidencial.

La gran ausente fue Josefina Pimentel. Y es lógico. Ya no existía como la ministra de Educación que, en palabras del Presidente, “maneja todos los cuartos del mundo”.

El liceo de Arenoso es, en la historia, un paradigma en el que se sintetiza el estancamiento del ambicioso proyecto de construcción de escuelas, que le entra agua por todos lados, incluyendo el handicap que representa la titularidad de los terrenos en numerosos casos.

La actuación de Medina fue simbólica y el escenario  cuidadosamente seleccionado para reprender con base a la ministra.  No tener una cantidad importante de escuelas construidas antes del 16 de agosto próximo -que marca el primer año de Gobierno- es una verdadera tragedia. Lo lamentable de parte de     Pimentel es  no sólo haber perdido la oportunidad de renunciar dignamente, sino dar gracias públicas al Gobierno. Caray, y con ese sustituto que le han puesto… es más increíble.