Juliana Deguis, la Mandela de Yamasá

Juliana Deguis, la Mandela de Yamasá

Juliana Deguis,  la Mandela de Yamasá

German Marte

Seis meses atrás, nadie -fuera de su familia y de su patio- había oído hablar de ella. Hoy, el nombre de Juliana Deguis Pierre anda de boca en boca.

Unos la defienden y se solidarizan con ella por considerar que es víctima de una crueldad sin nombre. Otros la satanizan y dicen que forma parte de un plan para acabar con la soberanía dominicana.

Su padre emigró de Haití a República Dominicana cuando apenas tenía 15 años. En ese entonces, Blanco Deguis era un joven fornido, con los bolsillos vacíos, pero con la cabeza llena de sueños.

Como muchos dominicanos que se van en yola a Puerto Rico o con visa a Nueva York, este joven bracero pensó que en los cañaverales del CEA tendría la oportunidad de conseguir lo que en su propio país no podía.

Al menos logró zafarse de las garras de la muerte y del hambre, pero no consiguió escapar de la pobreza, por más cañas que lograra cortar.

Al año de llegar a Los Jobillos de Yamasá, donde aún vive, Blanco se enamoró de María Pierre, con quien se casó y tuvo tres hijos, dos hembras y un varón. Juliana es una de ellos.

Juliana Deguis Pierre se crió donde mismo nació: en Los Jovillos. Junto a sus hermanos fue a la escuela, y en su comunidad nunca percibió ningún tipo de discriminación. Se siente tan dominicana como tantos otros hijos de inmigrantes, españoles, judíos, árabes, cocolos.

Aún en medio de la pobreza, era feliz… hasta que una decisión de la Junta Central Electoral le jodió la vida. Fue cuando quiso sacar su cédula que le dijeron que no era dominicana, porque sus padres eran “haitianos ilegales”.

A sus 29 años y con cuatro hijos nacidos aquí, Juliana no conoce otra tierra, ni ama otra patria. Pero la JCE ha decidido que es haitiana, no dominicana.

Cuando buscó amparo en la Justicia, una fatídica sentencia del Tribunal Constitucional (la 168-13) no solo le negó el derecho a la nacionalidad a ella, sino que hizo extensiva la decisión a decenas de miles, quizás cientos de miles, de dominicanos de ascendencia haitiana que ahora son “legalmente” auténticos “muertos civiles”. “No existen”. Se les desnacionaliza y prácticamente se les criminaliza.

Y, para rematar, se orquestó una sórdida campaña a nombre de un nacionalismo trasnochado que huele más a racismo que a nacionalismo.

Todo el poder del Estado, del poderoso Partido de la Liberación Dominicana y el Tribunal Constitucional contra una infeliz. Buena parte de los hacedores de opinión pública también se pronuncian en contra, algunos la comparan con el diablo.

Vaya lucha más desigual. Es la lucha de David contra Goliat. Habla poco; a veces llora… pero ella no se rinde.

Con el apoyo de algunas organizaciones defensoras de los derechos humanos ha logrado levantar su voz, que es la de miles que no pueden hablar.

El Presidente ha dicho que su caso es un problema de República Dominicana y ha realizado consultas con miras a buscarle un bajadero al asunto.

Guardando la distancia, comparo a esta humilde mujer, con la lucha de Nelson Mandela contra el apartheid en Sudáfrica. Como pasó con aquel gigante, la posteridad tendrá que reconocer que en contra de Juliana se cometió un abuso colosal.



German Marte

Editor www.eldia.com.do

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