Santo Domingo.-Francisco, evidentemente contrariado, subía y bajaba del árbol, a través de una frágil escalera de madera, sin lograr su propósito.
La planta de caoba no tiene nada de mágico, pero es el único lugar en que se puede conseguir señal telefónica; por lo que procuraba hacer contacto con un familiar en San Pedro de Macorís que le había prometido algún dinero para resolver las deudas de alimentación contraída en el último trimestre.
Este padre de dos niñas tuvo que esperar aproximadamente dos horas para localizar a la persona, aunque con poca fortuna, porque ésta dijo no haber conseguido los recursos a los que aspiraba a fin de entregárselos a título de donación.
Un miembro de la pequeña guarnición de la Marina de Guerra tuvo mejor suerte que Francisco: un compañero, al bajar del árbol, se le acercó para informarle de la existencia de un telegrama dando cuenta de que había sido trasladado a la Base Naval 27 de Febrero, donde estaría cerca de sus familiares que viven en Villa Duarte, provincia Santo Domingo.
En este paraíso enclavado en el mar Caribe, la abundancia constituye un bien escaso, a excepción de los mosquitos, insectos que se reproducen en cantidades industriales en perjuicio del conglomerado.
Aquí el mar constituye un elemento clave para la sobrevivencia de una población que carece de todo: electricidad propia, telefonía, servicios especializados de salud, recogida de basura e instalaciones deportivas.
En ocasiones, la suerte llega expresa en una buena pesca o en compras aceptables de artesanía local hechas por turistas que a diario llegan de Bayahíbe, La Romana. Por eso sus habitantes prefieren vivir de la esperanza de un mejor futuro que aventurarse a constituirlo en tierra firme.
Hoy estamos quintaliao. Aquí, a pesar de los problemas, se vive, expresó el pescador Roberto Pérez mientras descendía del pequeño bote en que pasó la noche mar adentro en labores de pesca. Ciertamente, tenía razón, porque él, junto a otros dos compañeros, obtuvieron más de 200 libras de pescado.
Otros pescadores que también habían salido en procura del sustento familiar, una de las pocas formas de conseguirlo en este desconocido terruño por la mayoría de los dominicanos, no pudo decir lo mismo.
A unos metros de ese lugar, Juan, el anciano entrenador de béisbol, insistía a los visitantes en torno a la necesidad de que le gestionaran útiles deportivos, porque muchos no disponían de guantes, pelotas, bates ni uniformes para practicar la disciplina legada por los aborígenes taínos que hasta el siglo XVI vivieron aquí, antes de ser exterminados por los españoles y las enfermedades.
El planteamiento lo hacía al ministro de Medio Ambiente y Recursos Naturales, Bautista Rojas Gómez, quien encabezó una reunión en busca de alternativas para mejorar las condiciones de vida de las familias del lugar.
Rojas Gómez le prometió los útiles a Juan, aunque no sabe si realmente fue comprendido porque hace tiempo que perdió la audición.
Al concluir el diálogo se acercó un joven deportista que pidió el arreglo de una cancha y medidas para contrarrestar los mosquitos. Así llegaron más que pidieron empleos y un bote para transportar a los enfermos de emergencia a La Romana. Allí sólo hay la riqueza de la naturaleza inexplotada.
Plan dará bienestar a islas
Medio Ambiente tiene en carpeta una serie de iniciativas que procuran garantizar las riquezas naturales que atesoran Saona, La Catalina y otros puntos ecoturísticos del este, logrando un desarrollo sostenido que propicie el bienestar de sus habitantes y usuarios.
La materialización del mismo garantizaría la protección ambiental y acompañamiento para el desarrollo económico y social.
La idea consiste en desarrollar talleres de capacitación a favor de la gente, a fin de involucrarlos armoniosamente con la naturaleza, y que saquen provecho económico sin alterar el ecosistema que allí se resguarda.
Facilitar a los jóvenes equipos deportivos y un bote para reforzar la vigilancia.
La idea implica dinamizar la economía, sanear la costa, introducir una recicladora para manejar basura y suministarles el combustible para que la planta ilumine sus noches.