¡Gracias a todos!

¡Gracias a todos!

¡Gracias a todos!

 “En la cárcel y en el hospital se conocen los amigos”, dice un refrán para explicar que los verdaderos amigos  están en los momentos difíciles. 

 Gracias a todos y cada uno de mis amigos que al conocer el  incidente de la pasada semana, en el cual un chico desorientado intentó asaltarme, tuvieron pendiente de mí integridad física y emocional.

Tal como relaté antes, en la crónica que este periódico publicó el  viernes, lo más  importante del evento no fue el hecho en sí, sino los niveles de inseguridad que como ciudadanos tenemos por parte de las autoridades que deben estar  pendientes y para las cuales tenemos un presupuesto, aunque nunca suficiente y casi todos estamos conscientes de ello, pero no justifica la falta de responsabilidad y compromiso.

Otro de los episodios propios de las calles, que en cualquier momento nos pueden asaltar, son los “agentes de tránsito”, sí, esos mismos que lo detienen para ponerle una multa por tener todo en regla y no haber pedido un chance ante una infracción   no cometida.

Ayer, un taxista me dijo algo que en Dios confío sea cierto y progresivo:  “Estamos cambiando, una demostración de ello ha sido la forma en que la sociedad se ha organizado para reclamar el 4% para la educación digna ”, y es verdad, si ese chico hubiese tenido una formación y un empleo real hubiese estado ocupado no molestando; si los policías pudieran educarse y tener mejor salario, hubiesen sabido cómo atender a una persona afectada y si los Amet supieran leer aprenderían la ley de tránsito.

Es cierto, necesitamos una educación robusta para reducir la delincuencia y  prepotencia, así como  desarrollar la responsabilidad y el compromiso con una mejor sociedad.



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