En torno a un artículo de José Mármol ( 5 de 5 )

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Textos de Homero

Puestos en orden de batalla con sus respectivos jefes, los teucros avanzaban chillando y gritando como aves – así profieren sus voces las grullas en el cielo, cuando, para huir del frío y de las lluvias torrenciales, vuelan gruyendo sobre la corriente del océano, y llevan la ruina y la muerte a los pigmeos, moviéndoles desde el aire cruda guerra – , y los aqueos marchaban silenciosos, respirando valor y dispuestos a ayudarse mutuamente.

Así como el Noto derrama en las cumbres de un monte la niebla tan poco grata al pastor y más favorable que la noche para el ladrón, y solo se ve el espacio que alcanza un tiro de piedra.

A los troyanos mandábalos el gran Héctor Priámida, de tremolante casco. Con él se armaban las tropas más copiosas y valientes, que ardían en deseos de blandir las lanzas.

De los dardanios era caudillo Eneas, valiente hijo de Anquises, de quien lo tuvo la divina Afrodita después que la diosa se unió con el mortal en un bosque del Ida.

Con Eneas compartían el mando dos hijos de Anterior: Arqueóloco y Acamante, diestros en toda suerte de pelea.
Los ricos teucros, que habitaban en Zelea, al pie del Ida, y bebían el agua del caudaloso Esepo, eran gobernados por Pándaro, hijo ilustre de Licaón, a quien Apolo en persona diera el arco.

Los que poseían las ciudades de Adrastea, Apeso, Pitiea y el alto monte de Terea, estaban a las órdenes de Adrasto y Anfio, de coraza de lino: ambos eran hijos de Mérope percosio, el cual siendo rapsoda y saber los hechos, conocía como nadie el arte adivinatoria y no quería que sus hijos fuesen a la homicida guerra; pero ellos no le obedecieron, impelidos por el hado que a la negra muerte los arrastraba.

Fragmento enviado por Menelao (Calcas deduce que compuesto por Helena) con que daba las gracias por el asfalto que Príamo regalaba, entre otras ayudas a los aqueos, y que ellos usaban para impermeabilizar sus “negras y cóncavas naves”.

(Bendito asfalto)
Siendo humores excretados por el Hades
Que fuera de él y en el inframundo el fuego aviva
Que se disipa el aire en el hedor de su presencia y huye
Que el color y el prístino sabor del agua engulle
Solo mi nave lo resiste y lo contiene
Rauda al mar se enfrenta y sus fauces no lo muerden
Y sus tablas sazonadas no devora
Con la quilla a diestra y siniestra
Su salada lengua en espuma se deshace
Y sobre su lomo líquido ligera se desliza
Y en todo mar, el ponto o Helesponto mi nave prevalece”

Terminó de recitar en un tono burlón el “Bacuo Rapsoda de Sobremesa”
-¡Estos aqueos con ingenio cantan todos sus ocios! – dijo Príamo sonriendo.

¡De nuestros sabios y mercaderes que los tratan, algunos dicen que sus cantos, cargados de falacias, solo sirven para confundir o perder verdades y que hasta su nombre confundido (los aqueos) al oprobio será portado! – dijo uno de los comensales, amigo de Príamo.

A una seña de Héctor que estaba al lado de su padre el vacuo rapsoda atencionó

¡La Odaquea! Solicitó Héctor de feliz, marcial semblante.

El vacuo hurgó entre su manto y extrajo un rollo que al desarrollar llegó hasta sus coloridas calzas, y actuando, de hujier plantado y voz templada recita:

“La Odaquea”
“Falaz y Aqueo al mar se hicieron
De verdad, alforja no llevaban
Náufragos de pronto al fondo desnudo fue Falaz
Y Aqueo, con los paños y alforja de fulas flotaba”
Volvió a normal y empezó a enrollar de nuevo.
– ¡Muy larga retórica! – dijo un comensal
– ¡Para bien pintar a los aqueos, una sola letra a su nombre es necesario! – agregó
Mientras seguía enrollando el rollo, dijo el “Vacuo Rapsoda de sobremesa”
– Donde van paños y alforjas
“Son tripas y tripas”.



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