El caos social al acecho

El caos social al acecho

El caos social al acecho

Roberto Marcallé Abreu

En los últimos cincuenta años, nuestro país ha vivido situaciones en extremo complicadas. En éstas, la denominada paz social se ha resquebrajado o hemos sobrevivido en un estado próximo al colapso.

Los momentos de mayor gravedad conocidos se produjeron en el 1961, tras la muerte de Trujillo, en el 1963, luego del golpe de Estado contra el gobierno del profesor Juan Bosch, durante la guerra civil y la ocupación estadounidense de 1965, así como en el 1978, tras el triunfo electoral del PRD.

En el 1984 se produjo una poblada que arrojó un número incontable de muertos y desaparecidos. En el 1994, se acortó el periodo presidencial por acusaciones de fraude en los comicios.

En el periodo 2000-2004, tras el cierre de Baninter, el país sufrió una de sus más devastadoras crisis económicas y sociales.

En este casi medio siglo, hemos sobrevivido tensiones, conspiraciones, desavenencias y conflictos. No obstante, paralelo a este permanente asomo de grandes dificultades ha predominado un relativo estado de convivencia.
Ahora mismo existimos en un contexto poco definido en el que se suman variables inusuales. Carecemos, por ejemplo, de una sólida oposición políticamente organizada.

En lo económico y lo social, la sociedad se encuentra situada en los extremos. En uno se evidencia una riqueza fabulosa e inenarrable.

En el otro, una pobreza inhumana. Entre ambos agoniza una clase media con limitantes cada vez mayores.

Nunca la deuda externa había alcanzado dimensiones como las actuales. Los niveles de delincuencia e inseguridad son insoportables.

La presencia haitiana es cada vez mayor. La gente se siente indefensa ante los antisociales.
Grandes ciudades y negocios crecen y se desarrollan, mientras los de menor espacio desaparecen.

Se incrementa la pobreza de los campesinos, de la clase obrera y los empleados medios y bajos. Estamos desbordados por los cinturones de miseria.

El costo de la vida es inalcanzable pese a que el Estado administra sumas fabulosas. Nunca se había registrado una sociedad con estructuras más débiles y vulnerables y de una credibilidad tan discutible.

Estos datos y otros que no hay espacio para citar, obligan a los verdaderos responsables de la convivencia social, que somos todos, a hacer un alto, a tomarse un respiro. Marchamos a una velocidad muy alta y en esas condiciones es difícil apreciar con certeza el panorama.

Es pertinente implementar y demandar la aplicación de medidas inusuales y asumir iniciativas y sacrificios encaminados a fortalecer la paz social.

Una ruptura violenta no va a favorecer a nadie. Y hay que procurar los medios para desarmar el caos y la catástrofe al acecho. Ignoro si aún disponemos del tiempo. Pero si sé que vale la pena y es impostergable planteárselo seriamente.



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