La economía dominicana es robusta, pero frágil. Parece una contradicción, pero no hay tal.

Es como una persona musculosa que sufre de hipertensión, que si se descuida y no toma sus medicamentos corre el riesgo de padecer complicaciones cardiovasculares que podrían provocarle la muerte.

Así anda la economía dominicana.

Registra un crecimiento envidiable en la región, con actividades muy dinámicas como el turismo, las telecomunicaciones o ahora la minería.

Pero las tres tienen una coincidencia: son grandes repatriadoras de capitales. Generan empleos, pero su plusvalía tiene pasaporte. Sin duda esos renglones le dan músculos a la economía dominicana, pero no basta.

La solidez se la dan los sectores productivos internos: la producción de alimentos y la industria.

Producir a precios competitivos lo que consumimos internamente les quita presión a variables como la tasa cambiaria o la inflación.

El valor agregado que produce la industria local mejora la distribución de las riquezas.

Combinados todos esos factores, incluyendo los mencionados primeros, generan los recursos necesarios a través de los impuestos para que el Estado cumpla su rol social y regulatorio.

La economía dominicana, como se puede ver, es robusta, pero frágil.