El informe de la OEA de ayer me hace recordar que en marzo pasado opiné que: Haití ha dado suficientes demostraciones de sus malas intenciones hacia los dominicanos.

De hecho, sus funcionarios se enorgullecen públicamente cuando logran dañar a Santo Domingo. Un ejemplo lo dio el canciller Casimir al entregar al nuevo ministro Brutus.

Se ufanó –según su prensa— de “la extraordinaria movilización de todos los recursos de la diplomacia haitiana contra la aplicación de la sentencia 168-13 del Tribunal Constitucional dominicano que desnacionaliza a ciudadanos dominicanos de origen haitiano”.

Agregó que “estuvo muy complacido de conducir una inmensa campaña para motivar a la comunidad regional e internacional para impedir que las autoridades dominicanas aplicaran su ley, cuyas consecuencias serían potencialmente perjudiciales a la estabilidad social de la región, especialmente Haití”.

Estas recientes declaraciones en “Le Nouvelliste”, no desmentidas, fueron endosadas por el flamante canciller Brutus. ¿Cómo podemos aceptar que esos políticos tan descarados nos saquen la lengua, se burlen impunemente y pretendan ser interlocutores serios o legítimos?