Crisis a la Berlusconi

Crisis a la Berlusconi

Crisis a la Berlusconi

Italia es famosa en el mundo entero por su suculenta gastronomía, que ha sabido engatusar a base de ricas pastas a millones de comilones en todo el mundo. La historia vuelve a repetirse, pero en vez de comida es la comidilla en que se ha convertido Italia, posterior a la caída de pequeñas economías como Irlanda y Grecia. La vista se asoma a los que podrían ser las próximas víctimas de la desconfianza de los inversores, nos referimos a grandes potencias de la talla de Italia y España.

El panorama italiano no es halagüeño. Su deuda pública ronda el 120% del Producto Interno Bruto, solo superado por la deuda griega; aparte que es una economía lenta, prácticamente paralizada y envuelta en un lío político de dimensiones olímpicas.   

Italia, al igual que el resto de Europa y gran parte del mundo, se ha visto envuelta en el hoyo de la crisis financiera mundial. Para sacar el país del letargo en que se encuentra, el parlamento finalmente aprobó un plan de austeridad de 54.000 millones de euros, que dispone tanto de subidas de impuestos como recortes en el gasto público.

A diferencia de las pequeñas economías que han tenido que ser rescatadas hasta el momento, Italia es la tercera economía de la zona euro, cumpliéndose el axioma de que es un país “muy grande para caer”, pero al mismo tiempo es muy grande para ser rescatado. Lo que pone en jaque a las instituciones encargadas de mantener la estabilidad a nivel supranacional, como es el Banco Central Europeo. Pero también, en caso de quebrar, pondría en un hilo la supervivencia de la moneda comunitaria, lo que arrastraría problemas aún más profundos para el resto de las naciones. 

Dentro de Italia, las diferencias políticas en el parlamento y la frágil coalición del gobierno hacen difícil que el ejecutivo alcance sus objetivos. Y si a eso le sumamos los continuos escándalos encabezados por Silvio Berlusconi, quien ha base de juergas ha estado manejando el Estado, prometiendo llevar a cabo estas difíciles medidas, para sacar adelante un país que ha llevado el costo de la deuda a puntos prácticamente inmanejables; se hace aún más difícil, casi imposible, que creamos que el gobierno pueda hacer frente a la difícil situación macroeconómica interna y externa.    

El Fondo Monetario Internacional insiste que es necesario aplicar todas las medidas pertinentes para mantener la estabilidad y la confianza en el euro, incluso recomendó bajar el tipo de interés para reanimar la economía. La oposición italiana por su parte, hace lo que lo que mejor saber hacer, están pidiendo que vuelen cabezas, empezando por el encargado del poder ejecutivo.

Las agencias calificadoras de riesgo como pájaros de malagüero, han estado echándole más leña al fuego. Primero fue Moody´s la que expreso que iba revisar a la baja el rating de Italia, pero fue Standard and Poors que se adelantó y arremetió contra su calificación crediticia, bajándola un escalón a “A/A-1”, basándose en que el recién plan de austeridad poco efecto tendrá sobre el desempeño económico, especialmente contra el recrudecimiento de las condiciones financieras y la austeridad fiscal.  

Las bolsas de valores por su parte respondieron de manera negativa a la disminución de calificación por parte de Standard and Poors, bajando 0.7% las bolsas asiáticas, mientras que el euro redujo 0.5% frente al dólar; atemorizados frente a la posibilidad de un posible contagio a las demás economías europeas.  

Los italianos y los inversores desconfían de un presidente juerguista, despreocupado, incapaz, indolente e indiferente. En momento de crecimiento económico apoyan chistes y barrabasadas de parte del inquilino de la casa presidencial; pero en momentos de vacas flacas, todos prefieren a un estadista, un buen administrador del estado con visión de futuro. Por eso es necesario que sepamos elegir quien se encargará de las riendas del país. Yo prefiero al estadista, y ustedes?       



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