Berlusconi, el retrato del fracaso

Berlusconi, el retrato del fracaso

Berlusconi, el retrato del fracaso

Italia, protagonista actual de la crisis europea, ha logrado arrebatar gracias a malsanas decisiones el papel estelar que hasta hace poco jugaba Grecia en la novela de la hecatombe actual. En los últimos meses el país transalpino ha sido castigado fuertemente por los mercados, tras las fallidas promesas en establecer medidas claras y objetivas para hacer frente a la apabullante crisis. Por esto, el Fondo Monetario Internacional ha decido tomar carta en el asunto, con la intención de inyectar no solo dinero, sino también confianza al proyecto, para ver si de una vez por todas logran despegar el avión de la recuperación.

La crisis italiana tiene dos aristas: Una política y otra económica. La arista política, encabezada por Silvio Berlusconi, quien representa el mayor obstáculo para la credibilidad del país; los inversores simple y llanamente no confían en un presidente chistoso, juerguista, indolente e incapaz. Y hasta que no ocurra la dimisión o las elecciones anticipadas para sacar a Berlusconi del poder, es imposible regresar a la estabilidad.

La otra arista es económica, con una deuda pública que ronda el 120% del Producto Interno Bruto; Berlusconi ha prometido en un sin número de ocasiones reformas estructurales para hacer frente al endeudamiento y buscar cómo reducir el déficit, pero indolente al fin, ha sido incapaz de constituir hasta las más simples de las medidas para sacar la economía adelante. Mientras el país se hunde, él  y sus secuaces están hundidos en las más profanas francachelas al estilo Sodoma y Gomorra.    

Entre las fallidas promesas del flamante primer ministro Silvio Berlusconi, están la reforma laboral, la desnacionalización del sector industrial, el aplazamiento de la edad de pensión de los 65 a los 67 años de edad y la introducción en la Constitución italiana de la exigencia del equilibrio presupuestario.

La variable que mide la confianza de los inversores en la deuda de los países europeos, es la prima de riesgo, que es el sobreprecio solicitado para comprar títulos italianos frente a los alemanes. Dicha prima marcó esta semana un máximo histórico, superando los 500 puntos, producto de la desconfianza de los inversores, los frágiles pronósticos de crecimiento y el obstáculo de la deuda.

El pasado martes luego del traspié en el congreso donde quedo evidenciado que Berlusconi ha perdido la mayoría absoluta, obteniendo 308 votos a favor de un total de 650 diputados, éste asumió su derrota diciendo que iba a dimitir y llamar a elecciones anticipadas en febrero 2012, no sin antes de que se aprueben las medidas impuestas por la Unión Europea, lo que ha llamado a suspicacia por sus opositores, que creen que es otra artimaña dilatoria propia de un presidente atípico e indiferente.  

A diferencia de las pequeñas economías que han tenido que ser rescatadas hasta el momento, Italia es la tercera economía de la zona euro, cumpliéndose el axioma de que es un país “muy grande para caer”, pero al mismo tiempo es muy grande para ser rescatado. Lo que pone en jaque a las instituciones encargadas de mantener la estabilidad a nivel supranacional, como es el Banco Central Europeo. Pero también, en caso de quebrar, pondría en un hilo la supervivencia de la moneda comunitaria, lo que arrastraría problemas aún más profundos para el resto de las naciones.

A las quebradizas economías europeas no les queda otra opción que acogerse a los reglamentos de sus hermanos mayores Francia y Alemania, estos son: orden en las cuentas públicas, estímulos de crecimiento y amplias reformas estructurales. Pero para poder cumplir con esto, es necesario tiempo y sobre todo confianza. Confianza para enamorar nuevamente a los mercados para sacar al país del hoyo, para volver a la senda del crecimiento y la creación de empleo.

Pero para poder cumplir lo anterior descrito, es esencial que el inquilino de la casa presidencial goce de probada honestidad, seriedad, capacidad de trabajo y demás condiciones propias de un estadista. Cualidades de las que adolece el primer ministro Silvio Berlusconi.   

Los italianos y los inversores desconfían de un presidente juerguista, despreocupado, incapaz, indolente e indiferente. En momento de crecimiento económico apoyan chistes y barrabasadas de parte del presidente; pero en momentos de vacas flacas, todos prefieren a un estadista, un buen administrador del Estado con visión de futuro. Por eso es necesario que sepamos elegir quien se encargará de las riendas del país, contamos con dos opciones: Un estadista o un payaso. Yo prefiero al estadista, ¿y ustedes?.       



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