Vargas Llosa y el silencio de los intelectuales dominicanos

Vargas Llosa y el silencio de los intelectuales dominicanos

Vargas Llosa y el silencio de  los intelectuales dominicanos

Alex Ferreras

Frente a la campaña de descrédito que se ha desatado contra la República Dominicana en torno a la sentencia 0168-13, la intelectualidad dominicana, con sus excepciones, ha guardado silencio.

Que estuviera o no de acuerdo con el fallo del Tribunal Constitucional, entendemos que como clase debió haber fijado públicamente una posición, sea a favor o en contra de la resolución.

Ya no se trata de un asunto judicial en sí, sino de defender la imagen del país. De nada vale responder como ha sido su tónica en los últimos decenios, es decir, con el complejo del avestruz y su cabeza metida en el banco de la arena para no ver el descalabro general que le ha sobrevenido al país.

Resulta que está tomando cuerpo otro mundo que regresa a los tiempos anteriores a la Revolución Francesa, en el cual unos pocos viven muy bien y la inmensa mayoría la pasa muy mal. Si alguien defiende los intereses de su país en este punto del tiempo, ya que no es posible tacharlo con el cuco de comunista, como sucedía en la época de la Guerra Fría, ahora lo tachan de xenófobo, patriotero, neofascista, racista y otros calificativos.

Por una razón similar, y respetando la distancia, el tiempo y la cultura, no nos imaginamos a un Bolívar, a un Martí y a un Máximo Gómez, a los Trinitarios, a un Gregorio Urbano Gilbert, a un Sandino y otros héroes y próceres latinoamericanos recibir el calificativo de patrioteros y xenófobos por haber combatido a los españoles, los tres primeros; los segundos, por haber echado a los haitianos de la parte oriental de la isla de Santo Domingo; y los últimos, por haber enfrentado a los norteamericanos. Pero otros son los tiempos, otros son los discursos, y otros son los cucos a usarse como armas arrojadizas.

Todo ha de seguir el esquema de bajar al nivel del estiércol para que se le pueda atacar sin miramientos. En el caso específico de este país, muchos se hicieron ilusiones y pensaron que la grave e irresponsable acusación de racista a lo Hitler que nos hiciera don Mario Vargas Llosa era un asunto aislado; sin embargo, prima donna al fin que dejó encendido el escenario –y con su enorme maquinaria propagandística detrás-, es ya más que evidente que no se trataba de una simple acusación, sino que era más bien el disparo de la primera salva, muy bien concebida, para la campaña de descrédito que vendría inmediatamente después.

En ese juego también entraron san Junot Díaz y santa Julia Álvarez, escritores estadounidenses de origen dominicano, que se hicieron pasar como dominicanos a secas, los cuales, apoyados en su prestigio de supuestos grandes autores de la literatura universal, se sumaron al coro de ángeles con su defensa de los derechos de los emigrantes ilegales en territorio dominicano.

Las relaciones domínico-haitianas han empeorado y no hay nada que impida que sigan empeorando. Al fin y al cabo, ¿qué tiene Haití que perder en medio del torbellino, si no existe como Estado? Puesto que la diplomacia dominicana está compuesta por gente inepta y por botellas, para rendir culto a la práctica clientelista y corruptora que hunde la sociedad dominicana, esa nación tiene el campo abierto para salirse con la suya.

De ahí que exagere, falsifique, manipule, chantajee y haga demagogia a su gusto, y la Patria de Duarte, ni pito haga. Que un organismo regional como la OEA haya tenido que suspender una reunión porque el novelista embajador dominicano ante ella –donde se presumía, debía estar- estuvo ausente para un caso tan sensible que toca a nuestra soberanía, es sintomático de la inoperancia de nuestros diplomáticos tanto dentro como fuera del país, en contraposición con la activa diplomacia tradicional de Haití, de su presidente bailarín y su canciller, capaces de poner a rodar el mundo en su condición de víctima.



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