Sostenibilidad y competitividad

Sostenibilidad y competitividad

Sostenibilidad y competitividad

José Mármol

En el marco de una conversación amigable con colegas de la disciplina de las relaciones públicas y la comunicación estratégica corporativa uno de ellos se preguntaba de qué forma ser socialmente responsable se traduce en beneficio para el crecimiento, el fortalecimiento y el futuro exitoso de una empresa. 

La respuesta al colega se orientó en esta dirección. Lo primero que debe tenerse claro es que ser socialmente responsable, en el ámbito empresarial, significa estar más allá de la mera posesión de programas de RSE y de llevar a cabo una que otra actividad sin perspectiva estratégica.

El asunto va más allá de la moda o de la pose obstinadamente publicitaria. Una bien concebida estrategia de sostenibilidad económica, social y medioambiental ha de convertir las acciones socialmente responsables en gestión de procesos integrales del negocio mismo, de manera que exista un vínculo entre RSE y naturaleza de la producción o el servicio propios de la organización empresarial de que se trate.

En pocas palabras, la estrategia de sostenibilidad, y las implicaciones de orden económico y sociopolítico que esta conlleva, así como la gestión de procesos socialmente responsables deben estar alineadas a los objetivos de rentabilidad y fortalecimiento financiero de la empresa, así como a su filosofía corporativa y a la cultura organizacional que caracteriza a su personal, tanto en cuanto que empleados como en cuanto que ciudadanos.

Lo segundo es que la mística de actuar de modo socialmente responsable y la estrategia de sostenibilidad como escudos sociales de la empresa deben ser incorporadas al plan de negocios como herramientas de competitividad, y no como asuntos accesorios, caritativos o que presuntamente suman a la imagen reputacional.

El compromiso social debe ser parte consustancial de la estrategia de negocios de la empresa. No son hemisferios distintos de la marca o la empresa.

La RSE y los proyectos de sostenibilidad deben impactar favorablemente las iniciativas estratégicas de crecimiento del negocio. De ahí que haya una clara articulación de gestión, alineamiento de procesos y cultura de gobernabilidad entre la sostenibilidad y la competitividad.

Una empresa con buen desempeño administrativo y financiero, con claros principios de gobernabilidad y con estrategias de sostenibilidad alineadas al negocio hará mayores y decisivas contribuciones al desarrollo económico, institucional, tecnológico y humano del contexto social en que se desenvuelva. 

Las empresas que ven con ojeriza el involucramiento de su personal en tareas de RSE; que colocan en la cuenta de gastos sin supuesto retorno la inversión en necesidades sociales o comunitarias, apostando solo al marketing de productos; que consideran antagónicos y mutuamente excluyentes los objetivos del negocio y el lado humano y social de la labor empresarial, se equivocan y demuestran con su error no ser conscientes de la inviabilidad del negocio en un ámbito social y político que puede serle cada vez más adverso, onerosamente indomeñable e impredecible.

Las demandas sociales no se hacen esperar. El compromiso auténticamente social de la empresa del siglo XXI, tampoco se haría esperar. A los riesgos económicos, legales y laborales de la actividad empresarial hay que sumar el riesgo de orden social y político.

Otro aspecto importante concierne al concepto de marketing social. Tampoco se es socialmente responsable con solo utilizar sus técnicas y herramientas de persuasión para competir.

Lo relevante es el impacto social y humano que reviste, en términos estratégicos, el hecho de asumir con franqueza y como parte transversal del negocio, el diseño, control y puesta en vigor de productos y programas que tienen como propósito conquistas sociales para un mayor equilibrio entre la empresa, los clientes, el Estado y la sociedad.



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