Política para llorar

Política para llorar

Política para llorar

La política continental todavía mantiene algunos puntos anclados en una vieja tradición, como los casos de Cuba, Nicaragua y Venezuela.

Pero en la mayoría de los otros la mudanza de la opinión de las asambleas electorales, el cambio o el vaivén, parecen la norma, ¿Por qué?

Responder a esta pregunta tal vez reclame un ejercicio de corte académico bastante extenso y, por demás, ajeno al interés de esta nota, que no es otro que el de llamar la atención sobre la consulta del domingo en la Argentina y el notable seguimiento de la opinión pública internacional al fenómeno Milei.

Seguro que el interés en el referido candidato tiene su base en su posible elección para balotaje en noviembre. Al buscar en sus ideas nada ha resultado más llamativo que su vena histriónica, notable en sus apariciones públicas particularmente ante los medios de comunicación, las excentricidades como medio de promoción y por lo que ha permitido imaginar y pensar de su país.

El cambiante panorama puesto a la vista de cualquier observador es, por cierto, muy variado en el Continente, en el cual el caso de Argentina no es más que un episodio.

Si es posible hoy día escribir con propiedad de izquierda y derecha, de liberalidades y conservadurismo en las políticas públicas, acaso los más notables de todos estos escenarios han estado planteados en los Estados Unidos de América con las administraciones del señor Donald Trump y del señor Joe Biden y en Brasil con Bolsonaro y Lula.

Otros casos parecen invitar a consideraciones sobre los saltos de acróbatas de circo, que al asomarse al vacío dejan a sus espectadores con la boca abierta y el corazón en el paladar.

Experimentos como el de El Salvador, pasos como los de Colombia, Chile y el Perú, la insistencia de la Argentina en vivir sobre el filo de la navaja, el indescifrable presente en Ecuador, Bolivia Brasil y el desastre de Haití, mueven sin duda a preguntarse, ¿qué pasa en el Continente?



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