El prólogo que Molina nunca vio publicado

El prólogo que Molina nunca vio publicado

El prólogo que Molina nunca vio publicado

Luis García

La muerte de don Rafael Molina Morillo dejó en mi alma un doble vacío. De un lado, por el respeto, la admiración y el aprecio que le profesaba; y del otro, porque no pudo ver impreso el prólogo que gentilmente escribió para mi libro de reflexiones, actualmente en imprenta.

Me reconforta, sin embargo, la esperanza de que desde el espacio que tiene reservado en la eternidad, pueda disfrutarlo en día de la puesta en circulación, como lo hubiera hecho en esta finita tierra. A continuación socializo su prólogo, que no tuvo tiempo que ver publicado:

“Lo malo de esto es lo bueno que se está poniendo”. Esta popular frase podría aplicarse con toda propiedad a este libro que, una vez comenzado a leer, produce en el lector ese fenómeno llamado “comidilla”, consistente en la imposibilidad de hacer un alto, aunque sea momentáneo, en su lectura.

Su autor, el periodista y abogado Luis García, miembro suplente de la Junta Central Electoral, se nos revela además como un insaciable devorador de libros, lo que le permite encontrarse frecuentemente con expresiones filosóficas, repentistas, aleccionadoras, proféticas, chistosas, graves, y en fin, de toda índole, pero que al final son fuente de sabiduría y de deleite.

Las variadas reflexiones aquí compiladas por Luis García, en forma breve, concisa y amena, permiten ser digeridas en cualquier orden (de atrás para adelante, salteadas, por temas), y como quiera ponen a pensar, o mejor dicho a reflexionar al lector.

Si cada día, antes de salir a las tareas cotidianas que nos impone la vida, dedicásemos unos minutos a alimentar el espíritu con algunas de estas reflexiones, de seguro, no lo dudemos, estaríamos contribuyendo a la construcción de un mundo mejor.

Este prólogo, con la humildad que le caracterizó, lo hizo acompañar de un mensaje que transcribo a continuación: “Estimado Luis, en primer lugar, mis disculpas por haberme tomado tanto tiempo para el honrador encargo que me hiciste para escribir el prólogo de tus Reflexiones. Espero que las torpes líneas que te anexo sean de tu agrado”.



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