El pétalo de la rosa

El pétalo de la rosa

El pétalo de la rosa

Hay una primera edad preciosa en los vertebrados caracterizada por su escasa agresividad; brote de espontaneidad, estado de ingenuidad e instintivas latencias vitales, que nos regocijan al observarlas, como si estas nos recordaran el paraíso perdido alguna vez, en nosotros mismos.

Los humanos cuando niños vivimos ese periodo, mentalmente desarmados, actuando sin prejuicios, hasta que el gradual entrenamiento o educación en la violencia para la supervivencia en la sociedad nos transforma.

Es lo que me hace sospechar que la agresión no es natural, como sí lo es la ternura; que la violencia es una conducta cultural impuesta por la competencia en la que toda malicia vale si es exitosa en la sociedad de los adultos, lo que nos desnaturaliza; no es genética, es condicional a sus circunstancias que las dosifican, capacidad que asociamos a la adultez.

Cae la tarde del domingo primero de mayo, siempre significativo. Este, con su fin de semana largo ha relajado al barrio.

Los padres, medio pequeños-burgueses del sector, se dedican a hacer un montón de cosas domésticas pendientes necesarias, que la rutina les impide hacer.

Entre ellas, abrazarse con su pareja, sacar a sus niños del rigor diario, dándole libertad controlada para que chiquilleen, etc.

El vecindario a esta hora de la tarde es de ellos y es diferente. El cielo está nuboso, pero más se siente el regocijo ambiental; el de los niños, hasta las 7:00 p. m., cuando ocurrirá un cambio y las cosas vuelven a ser las de los adultos, después de las comidas calentadas para la cena, para quienes las quieran.

Serán los momentos de los preparativos para los y las que van a salir a las competencias para hacer sus “pescas y picadas” normales de su edad.

Pero todavía a esta hora de la tarde, una niña dominico-italiana, bien mezclada, no ha entrado al parquecito, donde otras niñas y niños les han precedido con su debut.

Llega “arregladita”, y la llaman, corre, salta, chilla fuerte, con más pulmones que los demás, suelta sus juguetes por los de otros en préstamo etc., se reanima el parquecito. De pronto, ante una rama salida del solar y pared vecina, al parecer todo desaparece para ella.

En su asombro se concentra ante un pétalo que se abre de un botón de rosa, que al parecer no conocía al natural en su rama y llama a “tuti”, a la vez que recoge y muestra la seda y color de un pétalo de otra, sin que nadie adulto le haga caso. Su madre está ocupada organizando “su salida” de las 10:00 p. m. y la supuesta nana chismea, mientras tanto sabe haber hecho un descubrimiento en ella misma o en el atesorado pétalo del botón de rosas.

Al frente, desde el balcón de la segunda, yo observo más que curioso, como un entrometido en ajenas vidas, y pienso que hay futuros que cuidar sin dejar de vivir, por lo que vale sacrificarse un poco.

¿Pero a quién pedírselo…?
Esta niña a sus seis años aproximados ofrece algo, pero no tiene quien lo vea o lo valore, por lo que mañana lo olvidará y será como su joven madre, que la viste y peina como ella misma disfrutándola como su clon, insinuándole sin darse cuenta que la imite, entre otros nuevos líderes políticos futuros o nuevos ricos, como los que ella acompaña en sus noches.

Nos faltan muchas cosas. Entre ellas un Makarenko-Hostosiano. ¿Cuántas jóvenes madres y sus descendencias tienen atrapado su futuro en la efímera forma de sus cuerpos y en su vacío cerebral, a merced de sus paganinis de ocasión? Aunque la reforma educativa es el camino, urge una escuela que rescate a estas madres, reclutadas antes por hoteles, gimnasios, escuelas de modelajes, busconas o “maipiolas”, vividoras de ellas y del más viejo negocio, quedando ellas allí “atrapadas y sin salida”, ignoradas por sus clientes, abandonadas por el negocio, desde que quedan preñadas o cayendo, pervirtiéndose más como instructoras de “este arte” como guías en una red criminal, la de la Trata o comercio y tráfico humano para especular y traficar con ellas en estas y otras y distintas diabluras más, por las que cobran, en otras líneas de nuestra corrupción.
En el mes de las madres.



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