Corrupción, relativismo moral y desarrollo

Corrupción, relativismo moral y desarrollo

Corrupción, relativismo moral y desarrollo

Carlos Salcedo

La razón, la moral y la idea de valores universales son mecanismos sociales que sirven para preservar la paz colectiva y el camino de desarrollo sostenible de nuestra sociedad.

De lo contrario, los intereses personales y el comportamiento de los individuos, en su esfera privada, se antepondrían a los generales.

Como forma de control de la conducta humana en sociedad los principios y valores morales posibilitan la convivencia pacífica y la planificación como nación. Cambiar pensamientos como “Lo único que me importa es lo mío”, que es un reflejo del egoísmo y la vanidad que nos envuelve como sociedad, es el reto.

Continuamente cambiamos en los aspectos culturales, religiosos, dogmáticos y normativos. Lo que hoy es permitido mañana podría estar prohibido y viceversa, pero las transformaciones que experimentamos como sociedad no nos pueden arrastrar.

El relativismo moral que vivimos impide que enfrentemos los problemas de la desvalorización de la vida humana, la pérdida de la sensibilidad por las situaciones difíciles del otro y la acumulación frívola y corrupta de riquezas.
La motivación individual –no individualista- abre el camino para el desarrollo.

La posibilidad que cada quien formule sus propias concepciones morales, permite la superación personal, ambiciones y la realización de las metas personales. Y es que el desarrollo económico y político es una consecuencia de la libertad de actuación de los individuos dentro de un escenario regulado por el derecho y la moral.

Siempre que exista la libertad individual de decidir mediante la razón lo que está bien y mal seremos más felices y justos. Lo que no podemos permitir es que con nuestro comportamiento retrocedamos y nos consumamos.

Debemos repensar y auto examinarnos. Nuestro país está sumido en una crisis de valores. Somos un pueblo solidario, respetuoso del prójimo, de trabajo y con buena cara ante las adversidades.

No renunciar a los principios y valores universales que nos hacen más humanos, honestos, libres y justos es un gran desafío. Impulsar el desarrollo, sin dejar a un lado nuestra felicidad, haciendo un esfuerzo para convivir en paz y hermandad debe ser nuestra meta inmediata. La Navidad es un momento adecuado para esta reflexión.

Decidamos todos, sin excepción, vivir en una sociedad justa y no violenta. De lo contrario seremos –como se ve- una sociedad corrupta y vergonzosamente desigual.



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