A Dios que reparta...

A Dios que reparta…

A Dios que reparta…

Hugo Lopez Morrobel

Cuando se cometía una fechoría, robo, crimen o cualquier otro acto reñido con la ley y las buenas costumbres, el acusado o culpable abandonaba, junto a su familia, el sector, barrio o comunidad, como una forma de evadir ser cuestionado por el núcleo que lo rodeaba.

Pero los tiempos cambian de forma tan acelerada que lo que constituía una vergüenza hoy pasa desapercibido y hasta es un motivo de orgullo.

Es tan así, que los que obtienen fortunas producto del crimen, el narcotráfico y la corrupción, andan orondos, orgullosos y muy bien protegidos, incluso por las propias autoridades que deben perseguir sus hechos delictivos.
¿Qué está pasando en esta sociedad, donde ‘los pájaros les tiran a las escopetas’ sin sufrir ningún tipo de consecuencias?

Por no tener penalidades de ningún tipo es que una gran parte quiere llegar a como dé lugar, y sin importar las consecuencias que se deriven de sus acciones.

Es un “deporte” que sus “atletas” entienden que deja pingües beneficios con muy poco esfuerzo.

En otros países e instituciones también hay corrupción, porque ese no es un fenómeno exclusivo de República Dominicana, sin embargo, por allá, tarde o temprano caen en las garras de la justicia, como es el caso de la FIFA, pero si seguimos por el camino que transitamos, a Dios que reparta suerte.



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