Un signo alentador

Un signo alentador

Un signo alentador

Uno de los factores que le ha permitido a los gobernantes de turno, manejar el Estado y sus recursos a su antojo y, al margen de un plan de largo alcance, que responda a las necesidades estratégicas del país, que incorpore los propósitos de bienestar material y espiritual del pueblo dominicano, es la ausencia de un vigoroso movimiento social contestatario que obligue al gobierno a reconocerlo como interlocutor y a considerar los reclamos de la población.

A menudo decimos que el pueblo está dormido, que es permisivo, indiferente, que no reacciona, que parece no importarle que los recursos públicos, propiedad colectiva de todos y todas, sean malversados de manera burda por la mayoría de los funcionarios estatales, que se aplique la pena de muerte sin que ninguna ley la establezca y, que en nombre de la defensa de la vida se  estimule la muerte.   

Ante la debilidad que en términos organizativos, desde hace un tiempo refleja el movimiento social; la práctica del tumulto, los llamados encapuchaos, los cobra peaje tomaron espacio en las calles y en algún momento parecieron directores de las protestas, para la cual han existido y existen razones demás. Muchos, entre los que me inscribo, han formulado duras críticas a esos métodos porque terminan haciendo daños a los que dicen defender y alejan la participación de la gente.   

En medio del malestar que se expande como pólvora en segmentos cada vez más amplios de la población, por la farsa que ha puesto en evidencia la reforma constitucional en curso, alienta la disposición de cada vez más personas a movilizarse y a protestar, la determinación de ir al escenario de lucha a expresar su inconformidad, su repudio al rumbo conservador que se acentúa en la ley sustantiva que se conoce en Congreso.      

Con un ejercicio ciudadano tan limitado como el que en los últimos tiempo ha exhibido la sociedad dominicana y la tendencia a movilizarse por demandas particulares que un contexto de pobreza genera, resulta extraordinariamente importante el activismo y la creatividad de los jóvenes y la actitud de los adultos/as de dejarse convocar a la movilización por demandas de profundo contenido político.

La defensa de los Haitises, el rechazo al articulo 30, la privatización de las playas y del derecho a elevar recursos de inconstitucionalidad, entre otras aberraciones, además de movilizar a muchos y muchas, han puesto en relieve la ingeniosidad popular y ha demostrado que la lucha cívica y los métodos integradores pueden contribuir a la articulación de un vigoroso movimiento de masas que haga el contrapeso necesario a nuestros gobernantes. Vayamos todos y todas. 

*La autora es ex presidenta de la ADP y dirigente del Miuca.



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