Un grato recuerdo del golpe de Estado

Un grato recuerdo del golpe de Estado

Un grato recuerdo del golpe de Estado

Rafael Chaljub Mejìa

Con toda la tragedia que ese hecho significó, aún me queda un recuerdo grato, tal vez el único, del golpe de Estado del 25 de septiembre de 1963.

Era yo dirigente del Catorce de Junio -1J4- en mi lugar, Las Gordas, Nagua, y la misma mañana del golpe, un contingente militar fue a mi casa paterna procurándome. Ya yo estaba en la clandestinidad.

Expedito Hernández, mi primo, compañero, maestro y adiestrador en las tácticas y habilidades para evadir las persecuciones en el campo, me llevó esa misma noche al paraje Tizón, a casa de mi compadre Juan Ramón Escolástico –Rame-.

Al día siguiente, arranqué una pequeña mata de almendro que empezaba a crecer en el corral donde mi compadre ordeñaba sus vacas, y con Humberto, el muchacho que a lomo de caballo sacaba la leche a la carretera, le mandé el arbolito a mi mamá. Dile que la siembre y me la cuide en lo que yo vuelvo y que según vaya creciendo ese arbolito irá creciendo la revolución, fue mi mensaje.

Luego vino mi integración a la guerrilla de noviembre, mi prisión en La Victoria y cuando volví a mi lugar al año siguiente, la mata empezaba a crecer.

Mis parientes y amigos la habían cuidado y el arbolito correspondía aumentando su tamaño y engordando su tronco. Vino la guerra de 1965, luego el gobierno balaguerista de los doce años y esos años los pasé sin poder volver ver la mata. Pero me daban buenas noticias. Que crecía, ofrecía sombra al caminante, daba frutos, y que la gente seguía cuidándola como una extensión de aquel hijo del lugar que se había ido y no se sabía si volvería.

Cincuenta y tres años después, ahí está el árbol. Majestuoso, con su sombra refrescante, sus frutos generosos, en él anidan pájaros silvestres y en tiempos de huracanes, sus ramas sirven de escudo protector de la vieja casa en que vivieron mis padres y donde yo me crié. Cuando la veo recuerdo la época en que la mandé a sembrar.

El mensaje que le envié a mi mamá.

Y pienso que si la revolución no ha crecido al ritmo de la mata, mi árbol me confirma que quien siembra cosecha y como a lo largo de estos años hay una siembra revolucionaria, estoy seguro que esta alguna vez también dará sus frutos.



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