La firma estadounidense de calificación crediticia Standard and Poor´s, asestó un duro golpe a Europa a finales de semana, haciendo una rebaja masiva de las notas de solvencia en plena crisis a nueve países. De todas las rebajas la más sonada es la del segundo motor económico europeo: Francia, que acaba de perder la codiciada calificación AAA, en medio de un periodo electoral, donde seguramente el Presidente Sarkozy buscará la reelección. El resto de los recortes afectan a Malta, Eslovenia, Eslovaquia, Austria, España, Italia, Portugal, Chipre.

Esta dura decisión de la reconocida calificadora de riesgo, se debe a la torpeza en el manejo de Europa para dar una respuesta efectiva a la crisis del euro, aparte de las paupérrimas proyecciones de crecimiento para los miembros del club €uro.

En el caso español, país que está estrenando un nuevo Poder Ejecutivo, además de los mismos embates que sufre el resto de los países periféricos, se enfrenta a la dependencia de financiamiento externo que amenaza cualquier signo de crecimiento, al mismo tiempo que urge la aprobación de la reforma laboral; medidas que frenaran aún más la economía.  

Desde el inicio de la crisis, las agencias calificadores han tenido un papel protagónico, ya que fueron coparticipes del desastre, al haber dado calificaciones alegres a productos que ni ellos mismos entendían, dándole el visto bueno a complicadísimos instrumentos que fueron adquiridos por instituciones financieras y fondos de pensiones, que finalmente fueron arrastrados a la quiebra, producto de la mala asesoría de estas calificadoras, que son altamente reseñadas, pero poco supervisadas y reguladas.

Pero aún luego de su desdichada participación en medio de la crisis, su voz pesa entre los inversionistas, quienes se refugian en sus informes acerca de las notas de solvencia de un país, antes de hacer sus cuantiosas inversiones. Y en medio de un panorama adverso, estos capitales golondrinos viajan donde haya un refugio de estabilidad económica, crecimiento y autoridades responsables.

Y mientras Europa sufre los embates de las calificadoras de riesgo, la República Dominicana goza del reconocimiento de inversionistas a nivel mundial. A finales del pasado año, la calificadora Standard and Poor´s subió la calificación a B, símbolo de nuestra estabilidad económica y manejo prudente de la economía, de parte de unas autoridades responsables, comprometidas con el bienestar del país.