He visto el sufrimiento de mi pueblo

He visto el sufrimiento de mi pueblo

He visto el sufrimiento de mi pueblo

A la luz de todo lo que había pasado en Haití el día 17 de octubre, en busca de justicia por el dinero de PetroCaribe quiero invitar al pueblo haitiano a no perder la esperanza y a tener seguridad de que, después de una lucha ardua y fatigosa, llegará para Haití un período abundante de justicia y de paz verdadera. 

Qué bien nos hace alentar la esperanza en momentos como el actual en el que compartimos los sufrimientos de la mayoría de haitianos que, sin trabajo y sin comida, ven negados en la práctica sus derechos a una vida digna, saludable y tranquila.

Una gran parte de los haitianos sufre, desde hace mucho tiempo, las consecuencias de vivir en una sociedad tremendamente injusta y excluyente. Mi conciencia de pastor me impulsa a condenar esta situación, denunciando algunas de sus manifestaciones más dolorosas en el momento actual:

– Más de la mitad de la población sobrevive bajo niveles de pobreza, particularmente en el área rural y sobre todo en los Barrios de la Capital Puerto Príncipe, mientras que solamente unas partes de familias tienen un ingreso que casi no da para nada. El pueblo  vive en la pobreza y pregunta hasta cuándo.

– Los servicios de educación, salud, vivienda, agua y saneamiento no sólo están distribuidos en forma desigual e injusta, sino que algunos de ellos han sufrido merma en su financiamiento en el presupuesto nacional, mientras se ha aumentado el presupuesto para los funcionarios.

– El país de Haití sigue sufriendo el cáncer de la corrupción pública y el pueblo sigue reclamando justicia por el dinero de PetroCaribe. Que los corruptos tomen conciencia de sus delitos y que ellos mismos se entregan a la justicia. El pueblo pide justicia y hay que darle justicia. Porque la voz del pueblo es la voz de Dios. Voz populum voz Dei.

– La baja recaudación de impuestos, la debilidad de un Gobierno que no ejercita adecuadamente su soberanía fiscal. La falta de capacidad del gobierno para dirigir el país. El país ahora está funcionando como un barco sin capitán y no se sabe hacia dónde va.

Es preocupante que se haya perdido la confianza y la credibilidad en los poderes del Estado, porque la lucha interna que es notoria entre los organismos del Gobierno y también la persistencia de poderes fácticos totalmente negativos para el bien del país, han impedido el establecimiento de políticas públicas definidas que presenten a nuestros gobernantes como rectores de acciones encaminadas a superar los problemas nacionales. Sin embargo, es en este país, que parece haber perdido el rumbo y cuyos problemas se acumulan sin que se vea una verdadera solución, donde escuchamos las palabras de Jesús que renuevan nuestra esperanza. Rema mar adentro y lanza las redes.

*Padre Fisner Vaillant

Director de Caritas, Diócesis de San Pedro de Macorís.



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