El crepúsculo de los partidos políticos

El crepúsculo de los partidos políticos

El crepúsculo de los partidos políticos

Roberto Marcallé Abreu

Desde cualquier ángulo que se le mire, el futuro mediato e inmediato de los partidos políticos es sombrío. Un balance sobre su quehacer y la situación por la que atraviesa el país evidencia que, en 56 años tras la liquidación del régimen de Trujillo, dichos partidos han perdido la confianza del ciudadano.

Más aun: resulta evidente que muchos de nuestros males se han incrementado gracias a la gestión de la clase política. Esta ha dado la espalda a las razones mismas de su existencia, y ha contribuido ampliamente con los niveles de degradación en que se encuentran el país y las instituciones.

Bastaría con cotejar las “memorias” presidenciales de decenas de años, el anuncio de “logros y avances” que cada 27 de febrero se consignan en miles de páginas, con el abandono que agobia a las mayorías.

Tales bienaventuranzas lo menos que provocan es suspicacia.

La realidad objetiva es la que dejan las tormentas tras de sí: miles de personas desamparadas, situadas al borde de la muerte en lugares inhóspitos y peligrosos, sufriendo de hambre, enfermedad, desatención.

Las incesantes protestas en demanda de un camino vecinal, un hospital, la reparación de calles, puentes, unas horas de energía o el suministro de agua.

¿Debemos insistir sobre los niveles de inseguridad en que a duras penas sobrevivimos? Crímenes, atracos. La presencia de las drogas y la violencia en los barrios, donde la vida es aterradora.

La descomposición de la familia, los embarazos de niñas, los estupros y feminicidios, las muertes de agentes policiales a manos de los delincuentes. Son realidades para las que no parece haber solución.

El costo de la vida anda por las nubes. Los precios de los alimentos, las medicinas, los servicios, los combustibles, la educación, el transporte, los útiles escolares, los alquileres, las viviendas, los servicios son inalcanzables. Negocios medianos y pequeños quiebran con regularidad. El desempleo es atroz.

La paz y el sosiego han desaparecido en la vida del ciudadano. El transporte es un caos.

La justicia no cumple con su papel. Las autoridades encargadas de mantener el orden lucen desbordadas. No hay sanción para los inculpados de corrupción.

Cada día se producen nuevas agresiones de quienes osan pretender que los dominicanos coloquen sobre sus hombros la carga inmensa del desastre haitiano.

“Conversatorios” para desmentir los degüellos ejecutados por la soldadesca invasora del oeste, encuentros sobre “la matanza” de 1937.

Un instituto oficial procura crear, ilegalmente, una identificación de “ciudadano fronterizo” para abrir de par en par las puertas de nuestro país a esos extranjeros indeseables y se adelanta un proyecto de supuesta “vigilancia binacional” de la frontera bajo el control de Canadá, país promotor de la fusión.

Hay que insistir en la necesidad de que el dominicano encuentre las maneras de asumir su destino.

El futuro de los partidos políticos es oscuro si no se interiorizan cambios drásticos. “Por sus hechos los conoceréis”, predicaba nuestro señor Jesucristo. Hay que tomarle la palabra al hijo de Dios.



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