Quizás aquella expresión de Leonel Fernández, quejándose de que muchos adversarios suyos hacen difícil dialogar pues no saben cómo conceptualizar, o sea reducir algo a una idea o representación mental, explique en parte el pobre desempeño de Abinader y su PRM en esta campaña.

Una cáfila de seguidores del candidato opositor está dedicada a acosar a columnistas cuyas ideas les desagradan. En vez de rebatir ideas, expresar conceptos propios o debatir decentemente –lo que tanto reclaman al Presidente Medina— airean sus frustraciones políticas insultando periodistas.

Vocean “bocinas”, “vendidos”, “corruptos” y mil epítetos más, pero ninguna idea ni razón que merezca discutirse…

Al comentar la reciente novela de Vargas Llosa, referí que la esencia original de la prensa, en Estados Unidos y Francia, fue su uso o abuso por facciones políticas para desacreditar adversarios.

Gigantes como Benjamín Franklin, Carlyle en Inglaterra, Voltaire en Francia, manejaban la sátira y el ingenio tan finamente que leerlos aún da gusto. ¡Qué distinto el coro perremeista que reduce todo al “bocineo dinerario”! ¡Cuántos estúpidos insultos vulgares!