El arreglo de aposento entre los dos líderes del PLD muestra una vez más la tremenda vocación de poder que poseen: aunque ambos permitan a sus respectivas huestes llegar al límite del hostigamiento recíproco, a la “hora del none” difícilmente opten por dañarse uno a otro, pues ambos juntos representan más que su suma.

Pero dicho esto, es una vergüenza para la democracia que un organismo como el Comité Central del partido de gobierno se preste a ser un sello gomígrafo a la usanza estalinista o vietnamita.

Ni en China, donde hace un año tuve el privilegio de presenciar el congreso de su PC, se cocinan las decisiones como si fuera con microondas, en tres minutos. Estamos olvidando que la esencia de la democracia es que el poder legítimo sube de la base a la cima por canales transparentes y públicos, de manera que todos –hasta las minorías más ínfimas— logren expresar sus ideas, conceptos, propuestas u objeciones.

La democracia dominicana está urgida de retornar al significado esencial, básico, fundamental: elegir legalmente.