El apego a los principios se demuestra cuando seguirlos beneficia a quienes aborreces o afecta a tus preferidos.

A veces se escucha enarbolar la independencia del Congreso Nacional cuando desde el Ejecutivo se promueve una iniciativa legislativa que no le agrada al proclamador, pero cuando esa independencia es utilizada para una pieza de desagrado, entonces se pide que el Ejecutivo “demuestre su voluntad política impidiendo su aprobación”.

Si un legislador vota como me agrada, lo hace por conciencia. Si vota contrario a mi preferencia está recibiendo presión o se vendió.

Muchos antirreeleccionistas en la oposición buscan los más diversos argumentos para convencer a la población de las bondades de seguir un período más cuando se está en el Gobierno o quien gobierna es de su agrado.

Se escuchan algunos demócratas del patio aplaudir que Nicolás Maduro no haya celebrado elecciones, que ignorara la convocatoria del Referéndum Revocatorio, que las fuerzas de seguridad repriman a los manifestantes o que suplante la autoridad del Congreso.

Cuando son causas que a ellos les agradan, la protesta es un derecho que jamás debe ser reprimida por el Gobierno. En Venezuela aplauden esa represión porque es el Gobierno defendiéndose de agitadores.
Sus principios son “asigún” les convenga, así que no le haga mucho caso, aunque hablen duro.