Yo fui quien mató a Maya

Yo fui quien mató a Maya

Yo fui quien mató a Maya

Isauris Almánzar

Ella era joven y hermosa, una indígena que llegó a nuestro estado porque se enamoró de don Santiago, un empresario respetado y atento que le regalaba flores y le pintó tres muchachos.

Maya estaba llena de sueños, tenía una botánica y le solucionaba todos los problemas a Sonora, también vendía dulces y algunas piñatas de colores.

Pasaron dos años para que don Santiago sacara sus demonios y solo bastó unas gotas aguardiente con tequila para que su mujer sintiera el poder de un puño de acero, delante de sus carajitos fue brutalmente golpeada por su pareja, todavía recuerdo el tambor de los putazos en su vientre.

Cansada de lo que se convertiría en su pan de cada día, la mente se le puso en blanco y salió corriendo en busca de ayuda, su único objetivo era salvar su propia vida, pero se la pusieron en “china” en la oficialía. ¡La corrupción y la indiferencia no hablan mixteco o quechua! Cabizbaja y más sumisa que de costumbre, tuvo que regresar a su infierno.

Doce machetazos y un golpe en la nuca fueron los últimos sonidos registrados por su cerebro, los gritos de la vecina se convirtieron en las notas de un blues. Tarde teñida de rojo, navegando en aguas saladas congeladas por este invierno, ni la Pachamama de sus ancestros la defendió.

Fuimos a la funeraria y me puse a llorar para no levantar sospechas, admito que debí ir a la comisaría según la recomendación. Me dirigí al baño para limpiar las evidencias del crimen, luego descubrí que esa era nuestra misión, echarles el cuerpo a los lobos sin juzgar al cazador.

Nuestras manos están machadas, somos unos asesinos, especialmente cuando abandonamos a las que sufren, cuando no entendemos lo difícil que es salir de ese círculo. El maltrato es como un pantano que te petrifica, penetrando hasta los tuétanos para no dejarte huir.

Mujer maltratada, golpeada y desechada por la sociedad, vendida a la suerte de algún caminante, ofrecida a las deidades de las burlas y la desconsideración.

No es justo la diferencia abismal que justifica las acciones de los machos y le roba la libertad a las mujeres. La violencia de género va a terminar cuando los gobiernos enfoquen sus recursos a la búsqueda por la igualdad y la equidad.

El presupuesto a nivel mundial para erradicar esta problemática está ahí, es una realidad y supera los mil millones de dólares, pero parece un barril sin fondo porque por más programas que se diseñen es un plan fallido.

En esta lucha hay que involucrar a todos los estratos sociales, dándole participación a las religiones para poder vencer las ablaciones que se disfrazan de religiosidad y cultura, porque el sufrimiento no es patrimonio de la humanidad.

Y qué decir de la trata y tráfico de personas, siendo un negocio vil del que todos participamos, niños en las calles que limpian nuestros autos, caravanas completas que terminan en algún camión calcinado, barcos que se hunden en las costas de la pobreza, rodeados de mujeres que venden su alma al diablo.

Castigo severo y compromiso real, palabras que quebrantan el sistema, el Estado es el culpable, hay miles de millones que se queman cada año, mientras nuestros derechos se sonrojan en las nalgas de algún congresista, la educación se viste de marrón en algún retrete olvidado.



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