Te escucho

Te escucho

Te escucho

En esta era de la comunicación infinita, quisiera tener las respuestas que necesito para entenderme con los demás a golpe de Google. Pero todavía su algoritmo no ha aprendido a interpretar el corazón y la mente humana.

Aunque a veces parezca que sí. No hay fórmulas perfectas porque somos seres imperfectos, pero sí hay experiencias y aprendizajes que se comparten y nos llevan muchas veces al origen de lo que somos. Hoy les comparto una.

Llevaba tiempo temerosa por un cambio que se acercaba. No propio, sino de alguien querido. Veía que el proceso se me escapaba de las manos y me esforcé profundamente en prepararme para ese cambio, confieso que motivada por esa tendencia controladora que tengo.

Pero me daba cuenta que cada intento de avance era un retroceso. Cuánta fustración me invadía.

Hasta que alguien me enseñó algo. Mi obsesión por comunicarme, mi angustia, mi plan, mi estrategia, todo… era solo mío.

Estaba tan enfocada en comunicarme que dejé de escuchar y la otra persona simplemente dejó de hablar conmigo y levantó una barrera.

Todo el esfuerzo realizado por mi parte no encontró la vía de comunicación porque era de una sola dirección. La mía.

En el mismo instante en que comencé a escuchar, más bien, motivé a que me hablara de nuevo, todo cambió.

No hice absolutamente nada más que escuchar y acompañar y no se imaginan de qué forma ese ser querido se soltó, la avidez que tenía de contarme las cosas, de compatir conmigo ese cambio, pero yo no se lo había permitido, estaba demasiado ocupada escuchándome a mí misma, mis necesidades, aunque fuera con buena intención, solo pensaba en mí.

Ha sido una de las lecciones más enriquecedoras de mi vida porque ahora, primero, escucho.



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