Literatura: el caso dominicano

Literatura: el caso dominicano

Literatura: el caso dominicano

Alex Ferreras

El compromiso social en la literatura aparece como reacción a lo que era la teoría y la práctica del arte por el arte a finales del siglo XIX.

El arte por el arte sostenía que la literatura o cualquier otra expresión artística no tenían que involucrarse en los acontecimientos políticos y las reivindicaciones sociales que empezaron a manifestarse como consecuencia de la Revolución industrial y el advenimiento de las clases obreras.

Más aún, los poetas de la Ilustración entendían que el arte tenía que estar al servicio del progreso de la sociedad.

El realismo y el naturalismo en literatura serán los primeros movimientos literarios en interesarse en los problemas sociales, y tratarán no solo de describirlos, sino de denunciarlos y proponer alternativas de solución.

Ya para el siglo XX, la idea de una literatura de compromiso social recibe el impulso de la ideología marxista. Para el marxismo, la superestructura social influye sobre la expresión artística, bajo el supuesto de que “el ser social determina la conciencia” del artista y el escritor.

En el pasado, vemos a un poeta refinado como Petrarca involucrarse en asuntos políticos, y no son pocos poemas y obras suyas que reflejan esa preocupación.

En lo que respecta a Dante, tuvo sus intereses en ese mismo sentido, a veces predominantes hasta en la “Divina Comedia”. Antes que ellos, en su poética Horacio decía que el arte tenía que ser “dulce et utile”, es decir, no solo debía deleitar sino tener contenido.

También en el pasado la literatura se interesaba en temas relacionados con las clases aristocráticas. Sus héroes y las figuras que celebraba pertenecían a esas clases.

El noble era el mecenas del artista, quien debía representar sus intereses.

Con el Renacimiento, la situación no cambió mucho. Una familia como los Medici, vistas sus enormes riquezas adquiridas, ya podía pagarse sus artistas.

Es con los cambios que se registran a través de la Ilustración que la burguesía logra externar por completo sus intereses plasmándolos en las artes.

Lo cual nos dice que esta idea de la literatura y el compromiso social no es nada nuevo ni tampoco una preocupación típica de las sociedades modernas, empezando con el siglo XX.

De la Revolución socialista en Rusia en adelante el verbo estético no hizo otra cosa sino convertirse en la norma en las artes, específicamente en la literatura.

La obra literaria tenía que reflejar la realidad vivida por las clases obreras, para que fuera una obra literariamente válida. Sin embargo, al tratársela como instrumento, la literatura devino en mera propaganda.

No se necesita, pues, de mucha imaginación para darnos cuenta que esta posición del compromiso social a ultranza es el directo opuesto de la teoría del arte por el arte y todo el esteticismo que ella conlleva.

Otro elemento que hizo posible el triunfo del compromiso social en la literatura fue el pensamiento existencial de Sartre, que por cierto, fue marxista. Suyo es el concepto de la “literatura comprometida”.

La idea del compromiso social en las artes y la literatura se vino abajo junto con el Muro de Berlín en el 1989, para dar paso al neoliberalismo y la literatura “light”, la literatura como farándula y mercancía.



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