La patria de la ideología

La patria de la ideología

La patria de  la ideología

Farah Hallal

Los teléfonos inteligentes aliados a las redes sociales hacen posible la transparencia y la velocidad en la transmisión de los mensajes.

También las naciones se mueven con más independencia porque no es tan necesario como antes estar en cuerpo y alma: con el alma basta, al parecer.

El suceso trágico en contra de la libertad no es un atentado exclusivo a una revista ni a un país en particular. Las fronteras son cada vez líneas más difusas y desde que el mundo se inventó existen los desterrados de su propia cuna: hasta Adán y Eva fueron echados de donde eran nativos.

También sin partida de nacimiento los artistas, y muy especialmente los artistas gráficos, padecemos algo propio del ser errante.

Las habilidades artísticas se conjugan con los laberintos del intelecto y prometemos ser una piedra en el zapato para la ideología de mucha gente.

Detrás de un dibujo existe una patria y una patria independiente incluso de sí misma, porque el ser artista es incompatible con la jaula, el látigo y la opresión.

Por eso el origen de la caricatura política no es de academia.

Porque la caricatura es un arma muy poderosa y, a mi juicio, es también un género literario complementario que narra una microhistoria y, a su vez, hilvanada con las anteriores y las siguientes, narra una novela con tantos puntos de origen y destino como pocos géneros literarios podrían hacerlo.

La caricatura política no es solo un tema de creatividad. Es un tema de ideología que empuja o hala, que hunde o impulsa.

Y lo hace disfrazada de humor inofensivo mientras pasa a la mente de los lectores sin tocar a la puerta y ofreciendo un discurso breve, directo y eficaz. Si no lo fuera, ¿cómo explicaríamos que existan caricaturas desde antes de Cristo? ¿Que poco haya cambiado el concepto de la caricatura a través de la historia?

¿Que se hayan producido de forma independiente en las culturas precolombinas de América y en el Antiguo Egipto?
Nunca hubo arma más poderosa que el lápiz. No solo porque expresa… sino porque expresa y, lo que dice, permanece.

Tampoco creo que ha existido ninguna otra patria más allá de la ideología, una aliada natural y común tanto de la caricatura como del poder.

Tampoco creo demasiado en el nacionalismo fundamentalista: las fronteras se dibujan por intereses económicos y políticos, no por ningún sentimiento espontáneo de pertenencia.

Quienes nos jugamos la vida expresando nuestras ideas, identificándonos con ideologías que se contraponen a las que soportan las bases del que oprime, debemos seguir haciéndolo con más valentía.

Sin libertad no tiene sentido la vida y si nosotros no decimos, entonces ¿quién?



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