La Era de Francia en Santo Domingo (1803-1809) 1 de 2

La Era de Francia en Santo Domingo (1803-1809) 1 de 2

La Era de Francia en Santo Domingo (1803-1809) 1 de 2

La era de Francia en Santo Domingo.

De acuerdo con el Tratado de Basilea, de julio 22 de 1795, la parte española de la isla de Santo Domingo pasaba a pertenecer a Francia, a cambio de que esta, a su vez, devolviera a España varios territorios que había ocupado en la península durante la llamada guerra del Rosellón o de la Convención, que duró dos años. Desde hacía una década España tenía interés en negociar el control del Santo Domingo español.

Oficialmente, el dominio francés sobre la parte española de la isla de Santo Domingo debió comenzar al mes de ratificado el trascendental acuerdo diplomático, pero ello no fue posible debido a diversas razones:

Primero: que desde 1791 Saint Domingue o Santo Domingo francés, que había sido hasta entonces la colonia francesa más rica en las Antillas, era estremecida por una guerra anticolonialista protagonizada por los esclavos africanos, quienes propugnaban por la abolición del sistema esclavista.

Segundo: que el ejército francés y las autoridades coloniales tuvieron que invertir cuantiosos recursos, tanto en hombres como en dinero, con el fin poco exitoso de sofocar la sublevación antiesclavista que, al cabo de 13 años, terminó derrotándolos y creando la primera nación negra libre del mundo.

Y, tercero, que Francia, entonces gobernada por el Directorio, tras haber superado el traumático período del Terror, se hallaba enfrascada en una serie de conflictos bélicos con el fin de conquistar nuevos territorios para ampliar su imperio, motivo por el cual carecía del tiempo y recursos necesarios para ocuparse de su otrora rica colonia en las Antillas.

Así las cosas, en marzo de 1802, cuando se firmó la paz de Amiens y terminó la guerra entre Inglaterra y Francia, el Primer Cónsul centró su atención sobre Saint Domingue, la antigua posesión en el Caribe que tanta riqueza le había proporcionado a la burguesía francesa. Dispuso que una poderosa flota naval surcara el Atlántico para poner las cosas en orden en Saint Domingue. Determinó, asimismo, que los franceses procedieran manu militari a tomar posesión de la parte española de la isla. Materializado esto último, en 1803, comenzó el período que en la historia dominicana se conoce como La Era de Francia en Santo Domingo.

La impresionante flota naval que Napoleón envió a Santo Domingo estuvo al mando de su cuñado el general Víctor Emmanuel Leclerc, uno de los militares de mayor prestigio en las guerras europeas, casado con su hermana Paulina Bonaparte.

Esa invasión militar, compuesta por unos 22,000 soldados, distribuidos en 55 barcos, arribó a Samaná en febrero de 1802. En poco tiempo, la cifra del ejército francés, combinado con las fuerzas de tierra, aumentó a casi 60,000 soldados que fueron distribuidos estratégicamente en diversas zonas:  un contingente dirigido por el general Boudet se trasladó a Puerto Príncipe, en el sur; el general Leclerc se estableció en el Cabo Francés, en el norte; mientras que los generales Kerversau y Louis Ferrand se dirigieron hacia Santo Domingo y Monte Cristi, respectivamente.

Te puede interesar leer también: Las hermanas Mirabal

La misión principal de ese numeroso ejército consistía en recuperar la plaza de Saint Domingue, someter a Toussaint Louverture a la obediencia y finalmente restablecer el sistema de la esclavitud. Este último objetivo enfureció sobremanera a los revolucionarios quienes, bajo la consigna de “Libertad o Muerte”, combatieron con admirable valentía hasta derrotar al ejército francés que mayores lauros militares había conquistado en Europa.

En el curso de esa fase de la insurrección antiesclavista de Saint Domingue, Toussaint fue hecho prisionero y enviado a Francia; pero el vacío que dejó en el escenario revolucionario pronto fue llenado por otros actores como Dessalines, Cristóbal, Petion y Boyer. La guerra entre los antiguos esclavos de Saint Domingue y los franceses duró dos años.

Si bien el ejército de Leclerc fue incapaz de sofocar y controlar el movimiento antiabolicionista de Saint Domingue, importante enclave colonial que Francia perdió definitivamente, no ocurrió así con la parte española de la isla, ya que antes del descalabro de la expedición de Leclerc, quien incluso murió víctima de la fiebre amarilla, que diezmó de manera considerable el ejécito de Napoleón (se dice que más de 25,000 soldados murieron a causa de esa enfermedad viral), un contigente militar logró tomar la ciudad de Santo Domingo en 1803 y establecer allí un gobierno colonial cuyo primer gobernador fue el general Kerversau.

Durante poco menos de un año, Kerversau se mantuvo al frente del gobierno en Santo Domingo, pero no gozó de mucha simpatía por parte de los criollos dominicanos. Cuando los franceses se rindieron ante el avasallante ejército de los antiguos esclavos y poco después abandonaron Saint Domingue, Kerversau también decidió renunciar y retirarse, decisión con la que no estuvo de acuerdo Louis Ferrand, quien entonces resolvió trasladarse desde Monte Cristi a Santo Domingo para tomar control del gobierno.

El primero de enero de 1804, el mismo día en que Dessalines proclamó la independencia de Haití, el general Louis Ferrand tomó posesión de la gobernación del Santo Domingo español, convirtiéndose en el último reducto militar francés en la parte oriental de la isla.

Sin embargo, el general Louis Ferrand había concebido un programa de gobierno muy beneficioso para los criollos dominicanos; y consciente del estancamiento económico de la colonia, y del hecho de que sus habitantes vivían en un estado de ruina casi total en medio de una atrasada agricultura de subsistencia, Ferrand se propuso fomentar el desarrollo de la agricultura y de las pequeñas plantaciones para reactivar el comercio.

Inspirado sin duda en una proclama del general Leclerc, dirigida a los dominicanos españoles, hizo de público conocimiento que la voluntad suprema del gobierno francés, al asumir la dirección de la colonia, era protegerlos y contribuir a su prosperidad, al tiempo que les aseguró respetar la religión, los usos, las costumbres y la lengua del pueblo dominicano.

En sintonía con esas promesas, Louis Ferrand inició su gestión gubernativa al frente de la colonia de Santo Domingo. Entre sus diversos proyectos figuraba la fundación de una nueva ciudad, en Samaná, que llamaría Puerto Napoleón. Se propuso promover el desarrollo de nuevas plantaciones de café, cacao, tabaco y azúcar con fines de exportación. De igual manera, incentivó, en el sur, el comercio del corte de maderas preciosas, como la caoba, campeche y guayacán, que eran altamente cotizadas en Europa y Estados Unidos.

Por otro lado, quiso asegurarse del dominio total sobre los diferentes pueblos de la parte española, ya que algunos pueblos, como Santiago, y otras comarcas aledañas, habían estado recientemente en poder de agentes criollos que trabajaban a favor de la causa haitiana.

En síntesis, la gestión administrativa de Ferrand resultó positiva para el colectivo criollo, que desde el inicio de la revolución de los antiguos esclavos y de la cesión de Santo Domingo a Francia, no había podido disfrutar de sosiego. Napoleón, incluso, gestionó un crédito en EE UU a favor de la colonia y, gracias a este respaldo, así como a otras importantes iniciativas, pudo Ferrand lograr que se reanimara la economía en tan breve tiempo.

Aprovechó e hizo un llamado tanto a ciudadanos franceses como dominicanos, que habían emigrado de la isla, para que se reintegraran al país. El comercio interno se dinamizó como nunca antes y, en términos administrativos, designó nuevos funcionarios para que asumieran responsabilidades al frente de diferentes pueblos en el interior de la colonia. De igual manera, se ocupó de reorganizar las milicias y, cumpliendo con parte de las promesas de Leclerc, ordenó respetar las costumbres religiosas, culturales y lingüística de los dominicanos.

Algunos historiadores señalan que el gran error de Ferrand fue anunciar el restablecimiento de la esclavitud en toda la isla, odiosa medida que provocó la indignación de Dessalines y de sus correligionarios, quienes, temerosos de que Francia pudiese reorganizar sus fuerzas y atacar a Haití, organizaron una invasión militar para ocupar Santo Domingo español, expulsar a los franceses y convertir en realidad el proyecto louverturiano de “la isla una e indivisible”.



Noticias Relacionadas