Julio 5: cerrar “el camino malo”

Julio 5: cerrar “el camino malo”

Julio 5: cerrar  “el camino malo”

Roberto Marcallé Abreu

Usted sale a la calle. Mira de soslayo a quienes cruzan a su lado. Los vehículos que desbordan las vías. Los negocios otra vez abiertos. Ir al supermercado o a sectores populosos, como la Ciudad Colonial, la calle París o la avenida Duarte le permitirán involucrarse con muchísimas personas.

Puede que se percate, ahora o más adelante, de una actitud que no es usual en nuestra manera de ser. Somos menos divertidos. Nuestra alegría usual ha ido desapareciendo. Observe con atención a mujeres, hombres, niños y jóvenes: sentirá el peso de ese cambio, de esa transformación.

Cierto, las circunstancias poseen un peso abrumador en el ánimo colectivo. Los cientos de fallecidos víctimas de la pandemia, el incremento de infestados, la generalizada incertidumbre, la situación económica, las próximas elecciones… o sentirse vejado e indefenso.

Esta enfermedad ha sido una revelación. Las menciones publicitarias de un país de elaboradas edificaciones playeras, presentaciones semanales de luminarias del espectáculo y ciudades de maravilloso crecimiento vertical, han quedado de lado. Los hechos han sacado a flote la realidad profunda de un país y un pueblo burlados, hambrientos, vilipendiados y abusados de forma definitivamente cruel.

Los barrios de la mayoría de las ciudades, por ejemplo, los parajes y ámbitos donde se concentran los residentes en áreas agrarias, las zonas suburbanas, son un desastre monstruoso.

Apenas se recoge la basura. La electricidad se concede por contadas horas. No hay agua potable ni servicios sanitarios. Atracadores y asaltantes que se desplazan en motores, roban, golpean y violan a los transeúntes, principalmente a las mujeres. La policía casi nunca hace acto de presencia.

Los pequeños y medianos comercios son azotados por esta plaga depredadora y criminal.

Los asesinatos, suicidios y desaparecidos son noticias de la cotidianidad. Pandilleros y traficantes de drogas son señores de horca y cuchillo en esos lugares. Las calles están intransitables, las casas se caen a pedazos, los ancianos se mueren de enfermedad, hambre y desatención en tugurios infrahumanos.

El aspecto de los niños nos hace derramar lágrimas. Las casuchas y las calles se inundan con cualquier aguacero y los incendios son frecuentes. Los bosques y los ríos son devastados de manera inclemente.
La situación se agrava y multiplica por la pandemia: no había trabajo y ahora hay mucho menos. Un porcentaje del grueso de la población, apenas subsiste con un mísero respaldo oficial. Carece de servicios médicos de calidad, no vive en casas dignas ni posee trabajos decentes. La gran mayoría labora de manera informal. Y esos son los “dichosos”.

Este país, adecuadamente administrado, podría proporcionarles una vida digna. Un imposible, ya que el grueso de los recursos públicos son robados. Un grupo minúsculo se apropia de las riquezas y vive una vida principesca. Cada partido político que alcanza el poder crea su propio grupo de millonarios.

El país está a la deriva. Imposible creer o imaginar que pueda proseguir este estado de cosas. Hay que transformar radicalmente las instituciones, comenzando por la justicia. Gobierno, educación, Policía, Fuerzas Armadas, industria, comercio, agricultura.

La riqueza nacional debe favorecer a los desamparados, a las clases medias, a los emprendedores.

Es imperativo un Estado con instituciones fuertes, donde los transgresores sean perseguidos y encarcelados. Donde impere la ley, no el favoritismo ni los privilegios. Una policía que haga su trabajo. Servicios reales, progreso real, un sistema educativo que permita a las personas superar el subdesarrollo.

Apertura de oportunidades, priorizar lo prioritario. La sociedad dominicana está demandando un proceso de reingeniería absoluta (incluyendo al ciudadano) que pueda iniciar con buen pie si detenemos la depredación institucionalizada y nos decidimos por la construcción de una nueva República Dominicana tal y como lo han proclamado los partidarios de El Cambio.

El 5 de julio será decisivo para tales propósitos. Hay que cerrar, absoluta y definitivamente, este perverso e insoportable “camino malo”. (..)



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