Es increíble cómo una sociedad tiene por obligación que soportar y  acostumbrarse a los robos, atracos y crímenes.

Estoy seguro que en este país no existe un solo ciudadano que no tenga algún familiar, amigo o conocido que no haya sufrido uno de esos males.

El  martes, por primera vez, porque otros han sido atracados en muchas ocasiones, un delincuente  me arrebató  un celular Black Berry, en un   supermecado del ensanche Naco.

Lamento muchísimo la pérdida, más  por lo datos de importancia que normalmente se almacenan que por el valor en sí del aparato, que supuestamente será   localizado  porque posee  el denominado GPS.  Puse la querella en la Policía… ja ja ja ja, pero estoy en la completa seguridad que no harán nada al respecto.

Y lo creo así porque los ladrones andan a sus anchas, muchos  de ellos activos en las propias filas de la Policía y los cuerpos militares. Eso no es un secreto.

Y si aquí se roban un arcabuz del Faro de Colón, los soportes de un puente en la carretera de San Cristóbal, cables eléctricos y telefónicos por toneladas, las barandillas del puente Juan Bosch, y  millones por parte de los políticos, entonces, ¿como se   van a preocupar en esa policía por un celular del carajo?