Crear, no dañar

Crear, no dañar

Crear, no dañar

Altagracia Suriel

El Génesis nos recuerda que fuimos creados a imagen y semejanza de Dios. Esta hechura sustentada en el molde divino nos convierte también en seres creativos e innovadores.

El mandato del Señor de dominar la tierra nos faculta para buscar soluciones a problemas que enfrentamos a partir de la inteligencia y la capacidad racional con que nos ha dotado el creador.

Pero una cosa es crear, dominar la tierra y otra es destruirla. El ser humano se ha convertido en un depredador peligroso para el planeta.

Bruno Latour, al analizar los problemas del medioambiente, plantea que, definitivamente, los seres humanos son “una fuerza geológica poderosa y con gran capacidad de transformación y destrucción”.

El capitalismo ha sido el acelerador de la capacidad aniquiladora de los seres humanos. Con el capitalismo no sólo vibran de emoción los consumistas, sino también la tierra, que vibra, pero de terror por el daño que le causa el costo de la acumulación humana.

Comentando a Erle C. Ellis, en su concepto de “el buen Antropoceno” que “exige que los seres humanos utilicen sus crecientes poderes sociales, económicos y tecnológicos para mejorar las vidas de las personas, estabilizar el clima y proteger el mundo natural”.

Un “buen Antropoceno” tendría que llevarnos a fortalecer la resiliencia y la capacidad de adaptación a los riesgos asociados al clima. Y, más que todo, a cambiar para poder sobrevivir.

Frente a los desafíos del medio ambiente, Latour habla de esperanza con cierto pesimismo. El optimismo surge cuando el ingenio humano y la responsabilidad se estrechan la mano permitiendo que se vislumbre el milagro.
La adversidad y la necesidad siempre fortalecen la creatividad.

La innovación se está aplicando a las soluciones sostenibles que permitan mejorar las vidas de las personas sin tener que hipotecar el futuro de las generaciones venideras. En la economía verde, naranja y de otros colores ya vemos esos signos de esperanzas que nos llevan a reafirmar la fe en la humanidad.

La conciencia sigue creciendo. La vida verde, ya no es solo una moda, es una cultura de la que todos podemos ser parte. Es un reclamo de la madre tierra que nos cuidó por millones de años. Ahora nos toca cuidarla a ella para que pueda seguir cuidando de nosotros, de nuestros hijos y nietos.