Construir la generación igualdad

Construir la generación igualdad

Construir la generación igualdad

Altagracia Suriel

El 8 de marzo nos vuelve a recordar las condiciones humillantes en que viven millones de mujeres en un mundo en el que ningún país ha alcanzado la igualdad entre hombres y mujeres.

Este año 2020, la celebración del 8 de marzo invita a la movilización de personas de todos los géneros, razas, origen étnico, religiones y países para luchar en pro de la igualdad, acabar con la violencia de género y conseguir la igualdad económica bajo el lema: “Soy de la Generación Igualdad: Por los derechos de las mujeres».

Es necesario que construyamos esa Generación Igualdad, pero para lograrlo no se puede caer en el reduccionismo de enfocarse exclusivamente en las conquistas de la salud sexual y reproductiva y la autonomía del cuerpo de la mujer. Hay que seguir enfrentando las grandes violaciones de derechos que viven las mujeres con sus diferentes manifestaciones.

Además de la marginación en el ámbito laboral y político, esas injusticias son la pobreza femenina, el maltrato, el acoso laboral, el abuso sicológico, físico y sexual y los vergonzosos feminicidios.

Las injusticias contra las mujeres son también las caras del matrimonio infantil, las uniones tempranas, la explotación sexual y comercial y la trata de personas.

Esas injusticias, además de tener rostros, también se expresan en cifras. Según la ONU, las mujeres ocupan apenas el 24% de los escaños parlamentarios y una de tres mujeres ha sufrido violencia física o sexual. De acuerdo con los datos de OXFAM, la brecha salarial entre hombres y mujeres es del 24%, y al ritmo actual, serán necesarios 170 años para cerrarla.

Los datos son contundentes. Las desigualdades en que viven las mujeres se miden, pero, sobre todo, se sienten y se viven.

No son una ficción o un cuento del activismo feminismo. Son la realidad insoslayable frente a la que no podemos desviar la mirada. Son las mujeres que tienen que prostituirse por hambre, necesidad extrema o por caer en redes de tráfico humano.

Son esas mujeres que tienen que soportar un día más sufriendo en manos del verdugo que las aniquila lentamente.

Son todas esas mujeres a las que la sociedad les debe justicia concretada en protección, participación y empoderamiento.



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