Un nuevo pasaporte

Un nuevo pasaporte

Un nuevo pasaporte

Dilenia Cruz

Obtener pasaporte en la oficina regional de Santiago sigue siendo una combinación de esperas y tolerancia. Después de muchos años sin volver a estas oficinas y ante la digitalización y supuesta agilización de los servicios y por encontrarme en dicha ciudad, decidí hacer el proceso aquí. Llegué un viernes.

El militar que está en la puerta me dirigió al escritorio de la recepción donde me remitieron a verificación y la nada simpática Gertrudis verificó que mi acta de nacimiento estaba en el sistema y que debía renovar mi cédula de identidad. Me fui a la Junta Central Electoral y regresé el lunes siguiente.

Gertrudis olvidó recomendarme pagar el impuesto antes de volver, así que tuve que ir al Banco de Reservas, donde la fila daba una vuelta.
Una vez regresé.

Volví a empezar la fila porque el recepcionista estaba en su hora de almuerzo y solo él podía orientarme. Una vez el caballero llega a su puesto me refiere a pagar las fotografías y a hacer el turno para depositar los documentos y tomar las huellas y es en ese momento cuando inicia el verdadero desagrado.

Cuando llegué con la empleada de captura 3 me veo envuelta en una conversación entre ella y otra empleada desocupada, quien estaba sentada en el lugar de captura 4. Mi cara debió expresarle que su manejo descuidado ante un cliente no era el apropiado; así que apagó el micrófono para que no escuchara lo que nada tenía que ver con trabajo.

El lunes siguiente volví con la convicción de que era cuestión de unos minutos. Una semana ha de ser suficiente para un pasaporte. Lo más triste es el nivel de aburrimiento que tienen esos empleados. Unos talleres de servicio al cliente. Son muchas las razones por las cuales sonreír y ser amables. Incluso beneficia a quien sonríe.



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