Sin desorden no hay negocio

Sin desorden no hay negocio

Sin desorden no hay negocio

Patricia Solano

Digámoslo directamente: la revista siempre fue un negocio.

El mecanismo para controlar el estado de los vehículos que circulan en nuestro territorio nunca logró el objetivo que le da razón de ser; pasar revista a cristales, micas, cierres de puertas y neumáticos ha sido prácticamente imposible a juzgar por las chatarras que andan en la calle.

Cobrar es otra cosa. Bajo esquemas populosos que boronean a mucha gente o modalidades elitistas que concentran la ganancia en un solo sitio, como sea, se ha cobrado.

En una época el Ministerio de Obras Públicas, entonces Secretaría de Estado, “elegía” una empresa privada a la cual se le adjudicaba el contrato para cobrar la revista. Esa modalidad se complicó al crecer el fenómeno de divulgación de información pública, pues los contratos revelaban acuerdos altamente escandalosos.

Sólo recuerden aquel mediante el cual el Estado dominicano garantizaba que todos, absolutamente todos los dueños de vehículos comprarían la revista.

¿ Y cómo podía el Estado garantizar algo semejante? ¡Pagando! En una cláusula inolvidable el Gobierno se comprometía a pagar a la empresa contratista todas las revistas faltantes; un negocio redondo para el agraciado, pero difícil de explicar en público.

Ahora es diferente. Obras Públicas dirige las revisiones y el pago se hace directamente en el Banco de Reservas. En este esquema el negocio está por fuera y es mucho mas “democrático”. Los agraciados son miles de buscones y uno que otro espontáneo de creatividad admirable.
Para esta modalidad, la materia prima es el desorden. Sin dificultad no hay negocio, y como hay mucha, el mercado negro avanza pujante ante las narices de todo el mundo. Mientras más larga es la fila, mayor es la clientela de vías alternativas.
Entre los beneficiarios hay gente bien intencionada e inocente, como el ocioso que hace fila desde la madrugada y te vende el puesto en 500 pesos cuando llegas a media mañana.

Está el que roba (o compra) revistas legítimas en su lugar de origen y te las re-vende a 1,500 y el salteador que las falsifica pretendiendo igual importe.

El abanico es amplio y va de delincuentes a simpáticos. Con diferentes niveles de tigueraje, todos tienen en común la audacia y el sentido de la oportunidad, pero ninguno levantara un peso si el proceso fuera ágil, rápido y ordenado. Una vez más, Obras Públicas dirige el negocio.



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