Quizás en comparación no vamos tan mal

Quizás en comparación no vamos tan mal

Quizás en comparación no vamos  tan mal

La Cepal acaba de reiterar sus estimaciones sobre el crecimiento de la economía dominicana para el presente año, que cifra en un cinco por ciento.

Es también la que pronosticó el gobernador del Banco Central, Héctor Valdez Albizu, a comienzos del mismo, si bien con posibilidades de llegar al cinco punto cinco.

En todo tiempo y bajo cualquier circunstancia constituye un pronóstico alentador.

Pero lo es mucho más cuando se contrasta con el penoso cuadro que presentan varias de las principales economías latinoamericanas y los muy pesimistas estimados de futuro que sobre las mismas ofrece el propio organismo internacional. Veamos:

El caso más notorio e insólito es el de Venezuela. Durante los quince años consecutivos que el chavismo-madurismo lleva en el poder, ha obtenido ingresos por más de un billón de dólares por la venta de petróleo.

No obstante, la propia Cepal señala que la pobreza ha entrado en fase de riversa afectando a más de un cuarenta por ciento de la población; la inflación de un sesenta y cuatro es la más elevada del mundo; por meses el agudo desabastecimiento de productos de consumo no ha encontrado solución; la deuda externa aumenta de día en día y el valor de cambio del bolívar anda a ras de suelo.

Graves denuncias de comisiones ilegales, enriquecimiento ilícito, lavado y hasta tráfico de drogas pesan sobre funcionarios, ex funcionarios y militares.

La criminalidad ha alcanzado niveles sin precedentes.

A todo ello hay que sumar la grave crisis interna política y social, para hacer frente a la cual el gobierno no ha encontrado otra fórmula que denunciar supuestas conspiraciones y acosar y apresar a quienes le adversan, así como tratar de amordazar por todas las vías a los ya escasos medios de prensa críticos que quedan en el país.

En Brasil la economía está tocando fondo provocando que millones de personas que habían salido de la pobreza bajo el gobierno de Lula hayan vuelto a ese mismo estatus, lo que sumado a las graves denuncias de corrupción por miles de millones de dólares en el gobierno, Petrobras y el propio Partido de los Trabajadores han minado seriamente la popularidad de DilmaRousseff y colocado el ejercicio de la gobernabilidad en condiciones muy precarias.

El cuadro chileno no es más halagüeño. Para su economía se prevé este año un decrecimiento de un 1.5 por ciento. Ha habido también, si bien en mucha menor cuantía, alguna que otra denuncia de corrupción, una de las cuales salpica a la mandataria al involucrar a un hijo suyo.

En Argentina, después de haber fracasado Cristina Kirchner en su intentona de reformar la Constitución para poder presentarse a un nuevo mandato, su partido corre serio riesgo de ser desplazado del poder en las venideras elecciones, poniendo fin a los doce años de “kirchnerismo”, a lo que sin dudas debe contribuir la extraña muerte del fiscal Alberto Nimann, que muchos estiman un asesinato con categoría de crimen de Estado.

Sobre ella y su finado esposo pesan también serias denuncias de haber engrosado de manera desproporcionado su fortuna apelando a los privilegios del poder.

Y en Bolivia, Evo Morales acaba de recibir un rudo golpe político por parte del electorado indígena, con la pérdida de las tres principales alcaldías y dos gobernaciones del país, incluso en La Paz, capital y sede del gobierno. Son claras señales de que el descontento popular ha subido significativamente de tono.

Aunque dicen que el mal de otros es consuelo de tontos y sin ignorar la gravedad de nuestros problemas, quizás repasando las condiciones por las que atraviesan estos países, podamos llegar a la conclusión de que a pesar de todo y después de todo, quizás no vamos tan mal ni nuestra situación es tan negativa como tan a menudo nos empeñamos en lamentar.



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