Mal de fondo

Mal de fondo

Mal de fondo

Roberto Marcallé Abreu

Existe un mal de fondo, una situación extremadamente grave, que está erosionando los cimientos sobre los que se asienta la sociedad dominicana.

La creciente descomposición ha sustituido los valores tradicionales y toda una forma de vida. ¿Estamos a la deriva?

No nos hemos recuperado del sacrificio horrible de Émily y una madre asesina su hijo de cuatro años y luego se suicida.

Quince días atrás, nueve personas perdieron la vida, dos menores de edad entre ellas. ¿La causa de estas muertes? El suicidio.

Las víctimas de accidentes de tránsito son incontables.

Cuatro miembros de una familia fallecen de forma violenta debido a un conflicto por una herencia.

La respuesta común es una resignada y silenciosa aceptación. Como si se dijera: por terrible que sea, lo que va a pasar ya está pasando y nada puede hacerse.

Estamos inmersos en una oscuridad impenetrable. Crímenes aterradores suceden todos los días.

Los límites han desaparecido. En cualquier país, la noticia de que en un año decenas de agentes policiales caen asesinados por la delincuencia provocaría una respuesta ejemplar y un profundo examen de conciencia colectiva. Aquí no ocurre nada.

Los atracos a establecimientos y personas prosiguen sin tregua. Se asesina para robar una motocicleta o una cartera. Se viola a niñas y niños, a jovencitas menores de edad, a ancianas desvalidas. Cadáveres con impactos de bala son descubiertos a cada momento.

Los asesinatos de mujeres por sus exparejas no cesan. Un sujeto al que se atribuyen numerosos crímenes sorprendió y mató a un valioso joven que compartía con su familia en el interior.

Se habla del enterramiento de dos niñas recién nacidas por sus padres haitianos. El sicópata que cortó las manos a Cielo sigue en libertad. Igual el extranjero de ese mismo origen que asesinó a una señora en el barrio Honduras de la capital. Crece el número de asesinatos de dominicanos.

¿Qué era de esperarse si hemos abierto nuestras puertas a hábitos y costumbres primitivos? El canciller celebra la concesión de más de cien mil pasaportes a ciudadanos haitianos para que legalicen su status.

Hablamos de un presupuesto de miles de millones, pero parece no haber recursos para reubicar a miles de familias que cada año son amenazadas por el crecimiento de los ríos en la temporada ciclónica.

Puentes, caminos, carreteras, autopistas y centenares de viviendas destrozadas con sus ajuares deberán esperar mientras los partidos políticos reciben recursos millonarios cuyo uso se presta a suspicacias.

La llamada “lucha contra la corrupción” se ha transformado en una deplorable representación teatral. La impresión es que la sociedad dominicana se deshace.

No hay principio de autoridad, suicidios, atracos y crímenes por doquier, la cotidianidad cada vez es más complicada. Irrespeto a la familia, apetitos desaforados, delincuencia, alcohol y drogas, corrupción, impunidad, deslealtad a los propósitos nacionales.

No es mentira que la bondad, la decencia, la convivencia, el respeto por los valores patrios, han ido desapareciendo entre nosotros. Estamos mal, muy mal.



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