Al sector de los que nada tienen pertenece la inmensa mayoría de los dominicanos. Son invisibles. Nadie los toma en cuenta durante el cuatrienio hábil de los gobiernos, pero estamos en un tramo de un proceso electoral donde esos dominicanos empiezan a tener importancia.

Muchos dominicanos de los que nada tienen se inscriben en la universidad, se hacen profesionales esperanzados en un primer empleo, pero durante años se les hace imposible entrar al mercado laboral.

Los que nada tienen no cuentan con una casa digna, en un lugar con un clima de seguridad ciudadana. No disponen de un servicio de transporte urbano, acorde a sus ingresos. No cuentan, una parte de los que apenas tienen un sueldo irrisorio, con una política de Estado que les garantice un aumento salarial ajustado al índice inflacionario que vive el país.

En este tramo de las ofertas electorales los que nada tienen podrán contar con un diluvio de promesas. Ofrecimientos que les harán creer que avanzamos hacia un país desarrollado.

Nadarán en un mar de promesas, muchas de las cuales pueden ser cumplidas sin mucho esfuerzo en la presente administración.

El clientelismo y las promesas peregrinas degradan, lamentablemente, las esperanzas de los que nada tienen. Así se juega, de paso, con ese mejor destino que se merece el país.